Pro docentes

Un docente no ve los frutos de su trabajo. No puede comprobar que aquello por lo que se esfuerza tenga buenos resultados

Conozco estudios que dicen que una de las profesiones que producen un mayor número de enfermedades mentales es la de docente. No creo que aquellos datos hayan sufrido grandes modificaciones en el presente. Se han aducido muchas causas para explicar tales efectos. Por ejemplo, el estrés derivado de estar horas ante un público que con frecuencia tiene apariencia hostil, o presiones por parte de algunos medios y de algunos padres; pero una de las que más influencia puede tener, al menos en mi opinión, es la frustración derivada de la aparente esterilidad de su labor. Un docente normalmente no ve los frutos de su trabajo. Siembra, pero no recoge. No puede comprobar que aquello por lo que tanto se esfuerza tenga buenos resultados. Sus frutos solo se ven a largo plazo, y cuando llegan, ya no está en condiciones de comprobarlo. Hace pocos días he vivido una experiencia con la que quisiera levantar la moral de todos los docentes, de los pasados, de los presentes y de los futuros. A mí me ha servido para enjugar algún momento de desaliento que pude vivir, y que, oportunamente extrapolada, puede servir a muchos otros para que piensen que su esfuerzo no fue en vano. Me he encontrado con un amplio grupo de alumnos, casi cincuenta, a los que no veía desde hace más de treinta años. Pude comprobar que no solo no me habían olvidado, sino que se habían acordado de mí y que había sido objeto de sus conversaciones ocasionalmente. Pero lo más llamativo fue que me recordaran hechos, acciones concretas, que les influyeron positivamente o que incluso los sacaron de momentos difíciles, todo ello sin que yo tuviera conciencia, o ni siquiera intención, de obtener tales resultados. Estas cosas me serían desconocidas si aquellos antiguos alumnos, espontáneamente, no me las hubieran dicho. Tengo que reconocer que fue algo que me levantó la moral, y que, modestia aparte, engordó mi ego. Pero luego pensé que yo había sido una persona con suerte. Suerte porque yo me he enterado. Pero hay muchos, muchísimos otros, que han podido tener actuaciones no ya iguales sino incluso mejores, y que, por no haber tenido ese contacto tardío con sus alumnos, no se han enterado. Le agradezco a mis alumnos que me lo hayan dicho. Yo quisiera comunicar a todos mis compañeros y compañeras que sepan que siempre habrá muchos sitios en los que habrá muchas personas que, ellos los saben, están en deuda con ellos. Aunque ellos no lo sepan.

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