Cambio de sentido

Problema de gases

El tráfico aéreo mundial, el más contaminante, se está duplicando cada quince años. Es hora de aterrizar

La confesión que voy a hacerles es tan necesaria como obscena: este verano he tenido un serio problema de gases. He largado a la atmósfera 694'42 kilos de CO2. Yo sola. ¡Y en sólo dos días y seis trayectos no muy largos en avión! Si a eso le sumo un traslado en barco, el autobús y que a la vuelta me recogió una amiga en la estación con la motillo, me encajo seguramente en los mil y pico kilos. Vaya en mi descargo -en todo caso relativo- que he expelido tantos gases por motivos estrictamente laborales. ¿Y a usted qué tal le ha ido? ¿Demasiadas emisiones? Si ha viajado en avión en estos días, puede consultar y calcular su propio impacto en la atmósfera en la página web de la Organización de Aviación Civil Internacional. Tome vuelos o no, la huella en emisiones de CO2 por cada español es de un promedio de 7,6 toneladas, sensiblemente por encima de la media mundial. En algo España tenía que estar entre los cinco primeros países de la Unión Europea.

De seguir así -nos llevan alertando décadas- el mundo será el no-mundo de aquí a un rato. Olvidamos que el mar, ácido de las dosis de estos gases, es la casa de los peces, y olvidamos que respiramos veneno, aunque hay quienes empiezan a advertir que esto nos está afectando directamente a las entrañas. Hay una concienciación, rayana a veces en el siempre sospechoso trending topic o en el parche, en torno a estos asuntos. Prueba de ello podría ser el movimiento Greta Thunberg, que exista un Ministerio para la Transición Ecológica, esto de que exista una página donde me informo de cuánto esquilmo a mi paso, o aquello de que se inventen cacharros para contaminar un poco menos sin dejar de llevar el mismo tren de vida. A menudo me pregunto si todo esto es acaso casi nada. Los motivos antropogénicos de la concentración de CO2 señalan al sistema de producción y consumo en sí, a una filosofía y estilo de vida a la que nos hemos sumado en masa en relativamente pocos años. Saltarán como un muelle quienes niegan esta realidad para decir que sólo faltaría que se pongan restricciones a la creación de necesidades, al desarrollo insostenible y al despilfarro. Ya conocen qué países no ratificaron o abandonaron el Protoloco de Kioto.

El flujo de tráfico aéreo mundial, el que más contamina por barba, está en cifras locas. Entre 2000 y 2015 se duplicó, y se espera que se vuelva a duplicar para el 2030. ¿Pero quién puede resistirse al low cost y a visitar paraísos con vistas patrocinadas? Ya va siendo hora de aterrizar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios