Profecías retroactivas

Giorgia Meloni, además de ganar las elecciones, desactivará los augurios catastrofistas

Como existen las profecías autocumplidas, están los vaticinios bumerán. Las primeras, que me apresuro a explicar preventivamente a mis pupilos, consisten en augurios que, por el hecho de hacerse, activan los mecanismos para producirse. Ejemplo: "Voy a suspender el examen", de modo que te desanimas y dejas de estudiar. Cuando suspendes, te dices: "Ya lo sabía yo", y ha sido justo por eso. Los vaticinios bumerán, en cambio, son las profecías que se hacen para que no se cumplan: "Cuando gane Meloni, llegará el fascismo y el hundimiento de la democracia".

Si fallan en su presupuesto, no importa el pronóstico y, entonces, aciertan en su propósito. El bumerán, como ha evitado el futuro, sirve y hasta se fortalece para próximas ocasiones. Su problema es cuando falla. Lo vamos a ver con Italia. Habiéndonoslo pintado todo tan apocalíptico, la sensación de normalidad y sensatez, multiplicada por el contraste, dará en la nuca de los profetas del desastre. Los augurios no se hacían para adivinar el porvenir, sino para que no viniese. Y ha venido.

Probablemente en la calle -sindicatos y tal- y desde las instituciones de la UE y las internacionales, se intente boicotear todavía ese acceso a la normalidad, pero, con la legitimidad de unas elecciones ganadas, no será tan fácil. En cuanto se calmen los nervios, Giorgia Meloni, que ya tiene experiencia institucional, podrá demostrar que gobierna con sentido común, como ha venido prometiendo en su campaña de defensa de la familia e impuestos bajos. Hará cosas distintas que los políticos anteriores, sin duda, para eso la han votado; pero probablemente veremos que persigue el bien común y que respeta la pluralidad… mucho más que otros.

Y eso -y no el fascismo de cartón piedra con que la han querido lapidar- explica la irritación por la llegada de Giorgia Meloni al poder. No es que Mussolini se haya levantado de sus cenizas (eso era un espantajo y un trampantojo), es que, poco a poco, por la fuerza de las urnas, unas opciones tan democráticamente legítimas como otras, pero que estaban sacadas del campo de juego para mayor comodidad del progresismo, vuelven a entrar. Se confirma un cambio de paradigma que ya avisó Suecia. Por eso Ursula von der Layen está tan nerviosa. Las cancelaciones político-correctas y las profecías social-demócratas, que parecían infalibles, han dejado de funcionar. A partir de ahora habrá que fijarse en los hechos.

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