EN exceso de voluntarismo creímos que los valerosos ucranianos podrían rechazar el ejército invasor y derrotarían a Rusia. Sin embargo todo indica que no será así. Vladimir Putin se está confirmando como uno de los mayores asesinos de la Historia.

Dicho esto, queda por dilucidar una cuestión fundamental según las circunstancias que se hacen ver en esta guerra; ¿Es correcto señalar a Putin y su camarilla como responsables exclusivos de esta barbarie?. Hasta ahora los analistas, expertos políticos y militares, incluido quien escribe, hemos apuntado a la personalidad de Putin animado por una paranoica obsesión de recomponer lo que fuera la extinta URSS, esto parece incuestionable. Sin embargo en Europa, EEUU y singularmente en España, siempre tan diferente, el genocida Putin cuenta con legiones de simpatizantes, incluso defensores; políticos en activo, periodistas, intelectuales y toda ralea de artistas saca-mantecas. La añoranza del camarada invicto Iosif Stalin cuenta mucho en el imaginario de quienes añoran las Repúblicas Socialistas Soviéticas que perdieron la guerra fría y se desvanecieron entre las fosas comunes de de los Gulags.

En el siglo XX, las democracias triunfantes decidieron castigar los causantes de aquella Guerra de invasión y exterminio por sus atrocidades y genocidios. El Tribunal de Neuremberg juzgó y condenó incluso con penas de muerte a los principales dirigentes del régimen Nacional Socialista alemán. En Italia los partisanos enfurecidos ejecutaron al fundador y líder del fascismo, Benito Mussolini. Se trataba de un ejemplo mundial; semejante barbarie que comenzó con la invasión de Polonia por el ejército alemán y tras años de guerra arrasó Europa, no podía quedar impune. La derrota de aquellos totalitarismos y sus crímenes quedaron de manifiesto. En el extenso territorio que abarcó la URSS singularmente en el periodo que gobernó bajo una dictadura personal el camarada Stalin, las purgas y las ejecuciones masivas, las hambrunas que causaron la muerte de 3.800 millones de campesinos de Ucrania, las torturas y asesinatos fueron un arma singular de aquel régimen criminal para castigar a cualquier disidente bajo la burda acusación de “enemigo del pueblo”.

Mucho de eso debe conocer el actual dictador de Rusia Vladimir Putin en sus años de oficial de la KGB. El caso es que los crímenes del Gulags no fueron juzgados, ni los dirigentes comunistas fueron condenados y la impunidad ha amparado semejantes atrocidades. De haber ocurrido como en Neuremberg, es muy probable que Putin jamás hubiera alcanzado el poder absoluto que ejerce en Rusia. Y en todo caso, no se hubiera atrevido a invadir Ucrania, ni Georgia, ni Moldavia y el mundo podría vivir aún en paz.Llegados a este punto cabe dilucidar si la camarilla gobernante puede considerarse responsable única de la invasión, la guerra de exterminio y los crímenes de lesa humanidad del ejército ruso en Ucrania. Lo sencillo sería esta hipótesis, señalar a un grupo reducido del gobierno de Rusia y acusarlos de crímenes de guerra.

Pero es muy probable que Putin y su camarilla no respondan ante un Tribunal Penal Internacional. Las informaciones que nos llegan a los países de Europa democrática es el elevado apoyo del pueblo ruso a esta guerra. La incondicional sumisión a los dictados de Putin. Incluso la influyente y poderosa Iglesia Ortodoxa de Rusia , según manifiesta públicamente el Patriarca Alexis de Moscú. Por actitudes semejantes los alemanes de toda condición y sexo fueron señalados como colaboradores del nazismo por omisión e incluso por acción. Alemania ha sido severamente castigada y la sensación de culpa colectiva aún invade las conciencias de los alemanes de mayor edad. La literatura, el cine y los medios informativos de las potencias vencedoras han venido realizando durante muchos años una labor de señalamiento de la culpa.

En Rusia no ha ocurrido nada semejante. Las atrocidades del comunismo han quedado sin respuesta de las democracias y en ello se basa la influencia de los partidos políticos de ideología comunista, singularmente en España. La habilidad de los propagandistas pro soviéticos ha logrado que los influyentes medidos de comunicación de masas no hayan realizado un análisis sosegado y solvente de lo que ocurrió en los años de la URSS, ni una crítica, ni una amonestación política. Algunos historiadores e investigadores solventes demuestran que los crímenes del stalinismo ascienden a cien millones de asesinatos.

Cuando el Imperio soviético cayó por su propia inercia de fracasos, hambruna, ausencia de libertades y sistema criminal de represión, Putin entendió una injusticia que la Madre Rusia se viera humillada por las potencias de la OTAN. El muro de Berlín no cayó como trata de divulgar la propaganda, fue derribado por los alemanes sometidos a una brutal dictadura comunista. La guerra fría acabó y Occidente entendió una victoria permanente de las democracias sobre el totalitarismo soviético. . Francis Fukuyama escribió sobre “el fin de la historia” avanzando un mundo donde el capitalismo y la democracia habían completado un espacio mundial para los siglos venideros. Frente a esta teoría Samuel Hugtington hizo un estudio sobre el futuro el tono pesimista en su libro “choque de civilizaciones” donde apunta a las futuras guerras culturales y religiosas como motivos de conflictos. Lamentablemente la teoría de Hugtigton se ha visto más acertada en esta guerra de invasión de Ucrania.

El pueblo ruso no podrá apartarse de toda culpa por los crímenes de un ejército que esta aterrorizando a miles de millones de espectadores de las televisiones de todo el mundo. Resulta del todo inconcebible que en Rusia no se conozca nada sobre estas atrocidades contra hospitales, maternidades, escuelas, centros culturales, crímenes, fosas comunes, violaciones a mujeres, niñas y niños. Por todo ello comienza a fraguar la idea que si Putin y su camarilla están cometiendo estas atrocidades en un país vecino unido con lazos de lengua y consanguinidad podrían también continuar esta guerra de exterminio en otros países vecinos que antes formaron obligadamente parte de la URSS. Se trata de este objetivo, reunificar el que fuera Imperio de las Repúblicas Socialistas Soviéticas al precio que fuera, incluso con la amenaza de una guerra nuclear. Para expertos analistas internacionales solo el pueblo ruso podría poner fin a esta locura derribando la dictadura de Vladimir Putin. De no ser así la amenaza de la paz mundial es ya una realidad que afecta a todos los seres humanos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios