Del Quijote que llevamos dentro

Cuando sólo oyes lo que quieres escuchar; versión libre de un pasaje del Quijote

Hallándome en el corazón de la Mancha no pude resistir al espíritu quijotesco. Al punto recordé uno de mis pasajes favoritos de la obra maestra y quisiera a vuecencias hacerles partícipes de este. Encontráronse Don Quijote y Sancho Panza a doce hombres ensartados por cadenas. Custodiados viajaban por hombres a caballo y a pie. Interesándose el hidalgo por la suerte de aquellos desdichados le respondieron los soldados que eran galeotes que cumplirían su pena remando en las galeras, sirviendo a Dios y al rey. En connivencia con los captores se permitió el caballero interrogar a los presos. El primero le dijo que penaba por amor, a lo que después añadió que amor por una canasta de ropa ajena. Don Quijote no atendió a la segunda parte y se escandalizaba de que el enamoramiento condujese a bogar condenado en las galeras reales. Acullá se encontraba otro desgraciado. Interesándose por la fe de su desventura masculló el interpelado que así se veía por cantor. Sediento por desfacer injusticias no escuchó la aclaración del guardián. "Cantar significa para la gente non santa, confesar en el tormento. Este, sin ir más lejos, resultó ser cuatrero, ladrón de ganado." Mas el caballero de la Triste Figura ya se encontraba frente a un tercer reo. Se lamentaba este de no haber tenido diez ducados y que por ello se veía al borde de la gurapa. Don Quijote exclamó que en verdad era injusto tratar así al pobre; aunque el pobre en cuestión deseaba los ducados para untar al escribano y al procurador, salvando así la condena. Pasó Don Quijote al cuarto, un caballero de venerable barba blanca condenado por alcahuete y hechicero y detrás de todos ellos venía uno diferentemente atado. Por peligroso y altanero llevaban al bellaco Ginés de Pasamontes cargado de cadenas. Se pavoneaba Ginés de haber escrito su vida en un libro que en mal año acabaría el mismísimo "Lazarillo de Tormes". Henchido el corazón y apagada la razón resolvió el donaire liberar a los pilluelos. Al primer golpe del hidalgo aprovechó la chusma para hacerse con el resto de los guardas. Una vez descargados de cadenas les pidió Don Quijote que acudieran al Toboso, a glosarle semejante gesta a su Dulcinea pero al guiño de Ginés les llovieron al caballero y su escudero tamaña lluvia de piedras que no se daban mano a cubrirlas. Y al fin solos y magullados se vieron Don Quijote y Sancho Panza en el suelo. Quien tenga ojos que lea.

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