Quitadme el muerto de encima

Un aparato mental sano precisa de un equilibrio entre la pulsión de vida y la de muerte

A pocos días de la fiesta de todos los Santos aún creo estar a tiempo de sugerir una breve reflexión sobre nuestras creencias. La muerte y su veneración ha estado presente en todas las culturas que han poblado este pedazo de roca cósmica desde que los primeros homínidos (Homo Neanderthalensis) comenzaron a enterrar a sus muertos de forma ritual. A la par que los pueblos evolucionaron, el culto a la muerte se fue enriqueciendo con diferentes sistemas teológicos, llenos de dioses que reflejaban lo mejor y peor del ser humano. Y aunque las culturas de origen resultaran muy distintas entre sí al final todas guardaban un hilo conductual común y evidente: la muerte nos atrapa siempre y dejamos este mundo para viajar a otro.

En el mundo católico Todos los Santos. En América Latina el Día de Muertos, fruto del sincretismo entre la religión de los colonizadores y la de los pueblos precolombinos. En Japón el Obon, etc. Pero si una fiesta destaca de entre todas la demás es, sin duda, Halloween. Esta celebración es la "versión Disney" de un arcaico ritual celta. Y aquí nos vamos a detener un poco.

¿Por qué triunfa una fiesta de estas características? La respuesta no está solo en la globalización ni en la potencia imperialista norteamericana. Halloween cuaja porque convierte el culto a la muerte en un baile de máscaras. En lugar de acercarnos a la eternidad, de hacernos plantear cómo estamos viviendo nuestra vida y cómo nos recordarán cuando no estemos, el "truco o trato" sopla las cenizas que seremos para convertirnos en simpáticos vampiros y brujitas. Halloween se burla de la muerte, la simplifica y nos hace olvidarnos de ella.

La muerte ha estado marcadamente presente en la historia de la Humanidad. Enfermedades, hambrunas y guerras eran moneda común antaño. Los pequeños morían de cólicos, los mayores de "miserere"; velábamos nuestros muertos en casa y todos acudíamos al cementerio asiduamente a presentar nuestros respetos. Eso hoy ha cambiado. Pagamos a desconocidos que amortajan nuestros difuntos y dejamos a nuestros hijos jugando a la "Play" si vamos a un velatorio. Queremos quitarnos el muerto de encima lo antes posible.

Un aparato mental sano precisa de un equilibrio entre la pulsión de vida y la de muerte. La ansiedad de hoy es muchas veces la intolerancia a la incertidumbre del mañana. Olvidando a la muerte no lograremos morir más felices si no vivir menos intensamente.

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