Sólo por una corbata

Pero me temo muy mucho que más que nada les habrán dicho qué gestos deben hacer y cuáles evitar

Empecé Nos han golpeado una y otra vez, antes y después, con el tema del debate. Le han dedicado más tiempo a la preparación y a los comentarios de quién y cómo ha dicho lo que ha dicho, obviando lo que han dicho, que al debate en sí mismo. Incluso en alguna cadena se permitieron el lujo de preguntar a estudiantes universitarios"expertos" en debates cómo debían actuar los líderes para ganar los debates, para captar la atención de los oyentes, para ser lo más convincentes posible. De acuerdo con esas directrices, los profesionales del medio, en la preparación del debate, han cuidado mucho las formas, para que no haya atisbo del mínimo favoritismo. Las formas, las formas. Parecen ser fervientes seguidores del famoso dicho de McLuhan aunque ahora no es ya el "medio quien es (monopoliza) el mensaje", sino que son las circunstancias que rodean a los intervinientes las que tendrán más influencia en los que ven y oyen. Y ya solo faltaría oir cuáles son las instrucciones que dan los equipos a los intervinientes. Supongo que les dirán cuáles son las ideas clave. Y claro: qué datos deben ofrecer, cuáles trampear y cuáles deben callar. Decir la verdad... pues eso. Pero me temo muy mucho que más que nada les habrán dicho qué gestos deben hacer y cuáles evitar, qué actitud general adoptar ante las preguntas y las interpelaciones de los rivales, si contestar o pasar olímpicamente. Pero no solo eso. De acuerdo con los teóricos de la comunicación cuidarán muy mucho el maquillaje y la vestimenta. Recuerdan que alguien perdió la presidencia de los EEUU porque tenía el traje algo descuidado, o porque miró indebidamente el reloj. Cualquiera diría la gran importancia que puede llegar a tener el color de la corbata y si armoniza o no con el traje y la camisa. Todo esto es verdad. Pero me resulta muy deprimente. Es muy triste que, como elector, me traten de esa manera. Que piensen que tomaré mis decisiones basándome en la elegancia, en la sonrisa, en la gesticulación de aquel que reclama mi voto. Pero lo peor es que sea verdad. Que el cuerpo electoral (y yo entre ellos, claro) se mueva por esos detalles anecdóticos. Como si las decisiones sobre nuestra vida, nuestra salud, la educación de nuestros ciudadanos o el cuidado del medio ambiente dependieran de una corbata o de una sonrisa. Si es así, qué pena. Pero ¿es eso lo que hay?. Y ya solo faltan las falsas encuestas sobre quién ganó el debate.

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