Ramblizos de sol y polvo

Aquí nada fluye, y aparentemente nada cambia, el paisaje permanece inalterable y TODO ES

Paseando por sus venas secas, heridas por el sol, me pregunto dónde estarán las aguas que recorrieron estos cauces calcinados. Donde se escondió la fuerza que las empujó ladera abajo, hasta dejar en la tierra las huellas que hoy exhiben como heridas de guerras olvidadas. Admiro este paisaje fantasmagórico y mágico, que tanta fascinación provoca en miles de visitantes, enamorándolos para siempre. Montes horadados, ramblizos cubiertos de polvo, lechos heridos por las escorrentías de las últimas lluvias…., y dentro de este paisaje lunar, como si de una aparición se tratase, aparece una inmensa higuera plena de frutos rojos, que atrae mi atención y la de decenas de pájaros, que revolotean a su alrededor picoteando tan atractivo manjar. Las retamas se suceden a lo largo del cauce, asomando de vez en cuando algún escarabajo o lagartija que corre a esconderse entre ellas, buscando la fresca sombra consoladora, que les permita sobrevivir un día más en tan hostil paraje. Me atraen las grandes piedras que obstaculizan el cauce seco, arrastradas seguramente por la fuerza de las aguas que bajaron bravas cuando cayó la última tormenta en la sierra, dándole por breves momentos la apariencia de un rio. No puedo meditar aquí como lo hizo Heráclito: "todo fluye, todo cambia, nada permanece, luego nada es". Aquí nada fluye, y aparentemente nada cambia, el paisaje permanece inalterable y TODO ES. Sin embargo, a ambos lados de estos cauces secos, huertas abandonadas y yermas jalonan su curso, recordándonos que una vez fueron fértiles tierras. Troncos secos, con sus desnudas ramas alzadas, parecen suplicar al cielo el agua que antaño les dio vida, y que hoy les es negada. Muy cerca, huertos hermanos, sobreviven a pesar de todo, dando una nota de color al entorno, al extender su manto verde sobre los estrechos y diminutos valles que se abren entre esos montes y ramblizos empolvados que tanta fascinación hoy me inspiran. Otrora, las aguas tan deseadas, invisibles a nuestros ojos, circularon ruidosas por las acequias, se acumularon en balsas, y toda una red de regadío permitió que lo que hoy es un desierto, fuese un fértil valle. Me pregunto, Que será mañana? Un ramblizo desecado? Un risueño río? Un lago de aguas transparentes…? Lo observo, y me digo: "todo fluye, todo cambia, nada permanece, luego, nada es". Pero quizá, solo quizá, seamos nosotros los que no cambiamos, y la tierra como una diosa de sabiduría milenaria, sea la que se transforma una y otra vez, demostrándonos permanentemente que ella PERMANECE AHÍ, SIEMPRE, QUE ELLA SI ES, Y QUE LAS AGUAS QUE FLUYEN Y NO PERMANECEN SON QUIENES LA OBSERVAMOS.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios