Recordemos

Recordemos que en el 2020 los rincones de nuestros miedos crecieron tanto que llegaron a ocupar toda la casa

Recordemos que en el 2020 nuestra fragilidad quiso descubrirse ante nosotros en toda su extensión y presidir nuestras mesas. Recordemos que en el 2020 el mundo decidió mostrarnos que él si puede pararse, que la orquesta nos abandonó y que tuvimos que seguir cantando porque el privilegio de la quietud no está reservado para el ser humano.

Recordemos que quienes decidieron dedicar su vida a luchar contra esa fragilidad tuvieron que salir a hacerlo sin contar horas, días, semanas o meses. Recordemos que en el 2020 los rincones de nuestros miedos crecieron tanto que llegaron a ocupar toda la casa. Recordemos que en el 2020 la pena entró por todas y cada una de las grietas que fue encontrando, que lloramos y sufrimos por nosotros, por ellos y por todos, por nuestra suerte y por la suya, por el dolor que no se pudo evitar y con el que no supimos contar, por la mano que no encontró quien la sujetara, por los finales que no tuvieron compañía, por las historias que acabaron contando un sacrificio y por las decisiones que se llevan un trocito del alma de quien se ve obligado a tomarlas.

Recordemos que en el 2020 echamos de menos, recordamos y sentimos un desconocido frío que sólo aplacaba la voz sana de nuestros seres queridos. Recordemos que en el 2020 desaparecieron muchos caminos, se tornaron en inútiles muchos esfuerzos y se quebraron nuevamente muchas alas rotas hace apenas una década.

Pero recordemos también que en el 2020 fuimos fuertes y valientes, que vimos grandes gestos de solidaridad, que soñamos como nunca, que reímos como siempre, que nos quisimos, que nos conocimos y nos disfrutamos, que nos caímos y decidimos levantarnos, que valoramos lo que siempre ha tenido valor, que aceptamos enfrentarnos a gigantes dormidos para los que nadie, en ningún lugar del mundo, se había preparado y que las mejores armas que construimos vinieron de la colaboración, de la humanidad y de la generosidad.

Que el 2020 vino a permitirnos reconocer lo que es principal y lo que es accesorio, lo que es necesario y lo que es prescindible, lo que es adorno, lo que es lastre y lo que es obstáculo.

Que la historia nos dió la impagable oportunidad de observar sin filtros, y sin prisas, al país que hemos construido, a la estructura que nos sostiene, a la sociedad de la que formamos parte, a la familia que tenemos, a la que hemos elegido y a la que hemos formado, y la persona que somos. Y recordemos, que el último día de ese oscuro año, una madre que acababa de perder un hijo recogió los trozos de su destrozado corazón, lo puso ante nosotros y nos dio un mensaje de unidad y esperanza. No se me ocurre un final más acertado.

Recordemos todo cuanto ha pasado en el 2020, no dejemos de recordarlo, porque no hay mejor tributo a quienes no pudieron ganarle la batalla a la Covid-19 y porque el 2020 vino a cambiar el mundo y en ningún lugar está escrito que ese cambio haya de ser a peor.

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