Reduflación y topar

Con un descalabro económico, decir bien las cosas importa, aunque no lo sea tanto como los agujeros del bolsillo

Las teorías económicas comprensibles para el común de los paganos -de pagar- quedan cerca de los postulados, y de las apreturas, de la economía doméstica. Incluso con hábitos que no remedian la carestía, pero aparentan librarse del incremento de los precios: es el caso, como muestra casi jocosa, de acudir al surtidor con la costumbre de pagar una cantidad fija, más o menos adecuada al gasto por la frecuencia del uso del vehículo o por los kilómetros habituales, y mantenerla cuando los precios suben. Hasta que incomoda ir cada vez con más frecuencia al surtidor y el chivato del combustible en el depósito no tarda en avisar. A los más avezados en materia económica, aunque sea con las precipitadas lecciones de los tertulianos omniscientes, les resulta algo conocida -les suena- la inflación, el incremento generalizado y sostenido del precio de los bienes y servicios, durante un periodo de tiempo desesperadamente largo, sin que el euro pueda estirarse y la disponibilidad monetaria -el poder adquisitivo- se constriña y amenace ruina. Con estas nociones, puede rozarse el aprobado en economía general, aunque no hace falta mucha ilustración académica ante las inefables lecciones del bolsillo. Para subir algo la nota, necesario es tener algunos otros conocimientos y la estanflación viene a propósito, toda vez que reúne dos situaciones desconcertantes y apretadas de las que, por lógica consecuencia, no puede resultar sino una contrariedad mayor. Así ocurre cuando el estancamiento de la economía se acompaña o coincide con una situación inflacionaria, tan extremosa como esta del índice los precios al consumo a muy poco del 10% de incremento. Luego se entreabren las puertas de la crisis, que derrumba la actividad económica, reduce la producción, destruye el empleo y aminora la renta. Queda otra práctica, más que otro concepto, económica: la "reduflación". Esto es, ofrecer por el mismo precio o más, en el mismo envase o presentación, pero con menos peso o cantidad, los productos que se adquieren, como unas chocolatinas o una bolsa de patatas. Y, puesto que el nombre de las cosas importa, desconcierta que hablen de "topar", con lo sencillo que es decir "limitar", quienes han de gestionar los intereses ciudadanos y poner algún remedio a este descalabro.

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