Desayuno con diamantes

José Fernando Pérez

Reglas de enfrentamiento

Lo que ahora tenemos es barriobajero. Funesta sinfonía de un mundo zombi, pero sin reglas, aunque sí enfrentamientos

Porque de eso se trata siempre y no dejarse llevar por el pensamiento limpio, el conocimiento del hecho y el haber sangrado por las miles de heridas que el fragor del combate inflige en la maltrecha osamenta que ha arrastrado los pies por ese terreno enfangado, mutilado, hollado por miles y miles de consideraciones.

Porque se trata de ofender lo menos posible a la misma inteligencia tomando la iniciativa y marcando el paso, facilitando la posibilidad de recuperación, escuchando y comprendiendo y evaluando la capacidad elástica que el sistema tiene y su ardua tarea de recuperación. Aunque se manifieste de forma pizpireta y locuaz, con un purpúreo manto que pretende arrastrar a una legión de defensores de la verdad suprema que ha nacido del tapizado de una silla arriostrada a un espacio tejido para la magnificiencia, para el infortunio.

Con las antiparras esmeriladas que dan esa visión estroboscópica de una realidad torsionada, carente del mínimo atisbo de la pureza que desprende, obliga a una traducción simultaneada e insólita donde la antonimia quiere tomar la forma de sinonimia y la aritmética básica produce múltiples soluciones ante una operación algebraica básica. Subida al Gólgota de la desesperación, cima de la visión apocalíptica, la situación se vuelve desesperada. Un grimorio de supuestas bienaventuranzas condiciona un perfil que no se puede adaptar a la necesidad real, pues la versión apocada de la estulticia encumbrada se muestra desnuda ante la sempiterna realidad y pretende ofrecer una visión distorsionada creándose para la ocasión un traje de lentejuelas que lucir en una pasarela de lisonjeros aduladores, criaturas amamantadas con calostro putrefacto. Desprecio manifiesto no puede ser el artífice de un enfrentamiento digno de tal nombre, elemento embozado en un callejón sombrío que ataca por la espalda y dirige el caudal de su inmensa incapacidad para dar e intentar darse un barniz del que carece por falta de iniciativa propia mensurable, aprovechando para sacar el último resto de simpleza buscando la parasitación del efecto benefactor. El enfrentamiento es digno acreedor de la nobleza de sus oponentes, donde sólo puede quedar uno que caballerosamente reconoce al vencedor y expone la vergüenzas del vencido. Lo que ahora tenemos es barriobajero. Funesta sinfonía de un mundo zombi, pero sin reglas, aunque sí enfrentamientos.

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