Opinión
Referentes en inclusión
Cuerpo Humano, de Carlos Javier Morales, publicado en la Editorial Renacimiento, es un libro de poemas que consta de un Prefacio, que se vislumbra como antesala del universo poético que se nos va a presentar ante nuestros ojos, y tres partes claramente definidas: Nuestros cuerpos, El cuerpo de los otros y Cuerpo mortal.
Nuestros cuerpos, la primer parte del libro de poemas, son un conjunto de poemas que trazan la íntima heredad del poeta con su condición de poeta místico, su relación en su acto de fe con y para Dios, y como el ser humano se une en su estado físico y espiritual en una sala deidad. Los poemas se van sucediendo alrededor de un mismo corpus, donde el mar, la conciencia sobre la condición de isla, sus playas y sus las orillas conforman los conceptos y las imágenes poéticas de un universo conceptual que dialoga con el cuerpo, el alma, la fe, la creencia de Dios y su promesa de vida: “Este mar, que no sólo es elemento/del paisaje ideal de nuestra vida,/sino materia misma del vivir./Pues sin materia el alma no respira”.
El cuerpo de los otros constituye la segunda parte del poemario, donde el autor propone al lector un viaje sobre las regiones físicas y metafísicas más íntimas y que han marcado, de una forma u otra, la vida del poeta. Pero siempre dentro de un universo conceptual que, desde un control absoluto de la técnica, mantiene su ahondamiento poético sin prejuicio de establecer nuevas lecturas literales y metafóricas del poema, y experimentando las diversas formas en el que el amor se presenta al ser humano: “...el universo me abre sus compuertas/para que explore todos sus secretos/con este fulgor propio de tu carne”.
Carlos Javier Morales inicia el último suspiro de su poemario con la tercera parte, Cuerpo mortal, donde a través de los diferentes estados metafísicos del del ser, alejado de los metales y rendido a la virtud de vivir, se encuentra el gozo y la alegría de vivir y de amar condicionalmente. Un canto de esperanza que, en los tiempos convulsos que vivimos se torna en un canto a la vida. Máxime cuando ha perdido su más singular y fundamental arma para sobrevivir: la humanidad. Porque como dijo Nietzsche, no fue Dios quien murió, sino el hombre: “Parece que el sol muere en el crepúsculo,/ pero no muere nunca:/soy yo el que ha de morir ante la luz”, Carlos Javier Morales dixit.
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