Respeto, pan y chocolate

El respeto no solo es una forma de valorar al otro, sobre todo es una forma de reconocer la condición humana

Qhace tiempo que busco una clase concreta de respeto, ese que había cuando yo era niño y formaba parte de la cultura del momento. Entonces iba a la EGB y merendaba pan con chocolate por las tardes. Por las noches ponían películas en blanco y negro, y cuando llegaba la carta de ajuste el mundo se acababa; llegaba la noche, el silencio, y la vida tomaba reposo hasta el amanecer.

El respeto en ese momento era algo necesario: marcaba una pauta de comportamiento social. Aun más, suponía una merecida consideración hacia otra persona, por alguna cualidad, circunstancia o acción. Uno mostraba respeto a otro ser humano porque ese ser humano se lo merecía y merecérselo lo dignificaba.

Recuerdo ese respeto hacia los mayores, hacia los enfermos y hacia las personas que tenían razón: que te hablaban con palabras amables y con un gran alarde de humildad te demostraban que estaban en lo cierto. El respeto entonces estaba vinculado a la reciprocidad.

Quién respetaba también era respetado. No obstante, querido lector, no encuentro hoy dia ese respeto. No lo veo en las redes sociales, ni en los grupos de jóvenes; tampoco lo veo en los debates políticos o en el marco profesional.

La crisis de valores, el individualismo, los sistemas educativos y un mercado económico deshumanizado hacen del ser humano actual posmoderno un ser vacio, manipulable y tremendamente desolado por una tristeza que no reconoce. Pero ¿por qué esta triste? ¿Por qué no reconoce su dolor? Tal vez las personas necesitemos un poco más de respeto de los demás para ser felices, alguna clase de reconocimiento: el de nuestra dignidad.

Creo que es un imperativo en nuestra débil sociedad el reconocimiento del respeto como principio moral; la construcción de ese valor como motor de civismo y desarrollo.

El respeto más que una forma de valorar al otro, es una forma de valorar al ser humano, a los actos nobles y excelentes que es capaz de realizar. Renunciar a la virtud del respeto es despreciar nuestra condición humana.

Añoro por eso el respeto que había cuando yo era niño, cuando estaba en la EGB, y las personas tenían derecho a ser reconocidas tan solo por merecérselo. Entonces las noches caían tras ver "Un, Dos, Tres" y venia un plácido sueño.

Ese sueño era profundo y sabía a pan y chocolate, a merienda gestionada por la abuela y a olor a libro de matemáticas. Mañana sería otro dia diferente.

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