Responsabilidad como guía

Necesitamos una sociedad que sea capaz de afrontar los nuevos retos con capacidad de decisión

Hablar de conciencias o de liderazgos colectivos es bueno para dar respuesta a una serie de necesidades de la sociedad. Es inevitable. Y es lo más aconsejable -atrás, dejamos a los visionarios y a los salvadores de la patria, que con su inquebrantable voluntad de vencer, arrasaron pueblos, países y continentes enteros en nombre de los dioses, algunos; y en nombre de la verdad, otros.

Debemos de ir cambiando ciertas costumbres para desarrollar una democracia más plena y transparente. Sin embargo, para otras cuestiones hay que delegar ciertas responsabilidades a determinadas instituciones u organismos, por una cuestión de practicidad, eficiencia y determinación -porque todo en la vida también debe de tener su parte de decisión y, como todo en la vida, debemos de tomar parte en algo, sin ningún ápice de duda.

Haciendo mías unas palabras de Arturo Pérez Reverte, estamos en un momento en el que la ciudadanía no puede excusarse en que el sistema educativo es un fracaso o que somos una sociedad ignorante. Los medios de comunicación nos ofrecen una variedad ínfima de oferta cultural, de ocio y de lo que no es de ocio, en la que elegimos libremente qué es lo que queremos ver y a qué precio lo queremos disfrutar. Así pues, sólo nos queda trabajar para conseguir una madurez y un criterio como ciudadanos. Y afrontar nuestras responsabilidades en la concepción y creación de este sistema social, para que no vengan otros y se lleven la mayor parte del pastel. Un pastelillo que hemos construido entre todos y que al final siempre acaban otros por llevárselo crudito y enterito. Desmontándolo. Desmantelándolo. Expropiándolo. Necesitamos una sociedad que sea capaz de afrontar los nuevos retos con capacidad de decisión y que sea capaz de forjar una libertad fraterna, con conciencia colectiva, con un compromiso inquebrantable en donde no se delega, se asume responsabilidades y sí se participa. Dejando a un lado los reconocimientos personales -signo inequívoco de la mortalidad del hombre y de su profunda vacuidad como ser-. Necesitamos un ciudadano libre, moral e integro, implicado en los problemas que atañan a la sociedad, preocupado por sus congéneres y dedicado a su comunidad. Nuestro reto comienza en unos tiempos en los que nos hemos olvidado de los viejos héroes de la memoria y los hemos cambiado por la primera camiseta de marca que llega a nuestras manos o por una entrada a la final de qué se yo campeonato de fútbol.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios