Retirada de los magos sabios

La retirada de los magos sabios es el camino inverso, no contrario, sino consecuente, de la expectativa o la ilusión

La ilusión no es flor de un día ni solo encuentra acomodo en la inocencia o la ingenuidad, sino que sostiene les expectativas o los empeños con que toman rumbo los días o quehacer las disposiciones de la voluntad. La noche de Reyes es una muestra singular de la ilusión asociada al misterio, de la tradición que atraviesa los siglos, mantenida por las generaciones, para que no se pierda la genuina sorpresa de la magia.Era una alegría estrenada y efusiva la que, en el rostro de los más pequeños -y de los grandes que, al menos en esos momentos, no dejan de serlo-, se advertía ante las cabalgatas que se hicieron a las calles con las debidas prevenciones ante el carbón de la pandemia -el negro regalo de quién sabe qué maldad-. Para que, de vuelta a casa, se repitiera el entrañable protocolo de predisponer las cosas y darse al sueño como ninguna otra noche del año, ya que se tiene por cierta la misteriosa, pero no asustadiza, visita de los Reyes Magos. Acostumbrados estaban estos a las señales de las estrellas y a la magnitud de sus anuncios. Y por eso Herodes -que tuvo, por cierto, una muy mala muerte- les pidió que lo hicieran partícipe de la buena nueva por la que la estrella se detuvo y brilló en Belén de Judea. Más como los propósitos del rey vasallo de Roma no habían de poder con el alto designio que anunciaba la estrella, un oráculo advirtió a los Reyes Magos para que se retiraran a su tierra de Oriente por otro camino.El retorno de los magos sabios -la sabiduría emparentaba con la magia porque esta no se reducía a los trucos, sino que estaba cerca de los prodigios-, tras llenarse de inmensa alegría por encontrar la estrella, puede entenderse o traerse a propósito, entonces, como muestra de los fines cumplidos, del acierto de las indagaciones, del encuentro con el sentido o la razón. Por eso es el camino inverso -mas no contrario, sino consecuente- de la expectativa, la esperanza o la ilusión, cuando acompaña la sensación, y la certidumbre, de alcanzar lo esperado -esperar, bien se sabe, no siempre lleva a obtener-. También la retirada de los magos, con perspectiva algo más alicorta, cierra un tiempo y clausura una celebración adelantada por las vísperas, tal como suele ocurrir con los ciclos festivos que se reparten en los años y, a veces, se disfrutan más en su anticipo. Los Reyes Magos se retiran, pero en Oriente no deban faltar estrellas que brillen en el firmamento de la ilusión.

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