Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El Rey fue un gran activo

A inicios de semana, Juan Carlos I abandonaba La Zarzuela para quizá no volver jamás. Dada su edad y tras haberse convertido en el nuevo objeto por el que las Españas -dos o tres, si incluimos los independentismos- se enfrentan, probablemente no vuelva más a un país del que fue Jefe del Estado casi cuarenta años, con un saldo sobresaliente de su papel simbólico, representativo, integrador y comercial. Como de lunes a domingo se ha dicho casi todo, hablemos de su papel comercial, un asunto crucial para el país en un momento histórico de transición desde una dictadura. A Juan Carlos se le deberán eternamente los servicios prestados, su presencia notoria en actos internacionales de todo tipo, su bagaje como representante de un Estado que se consolidó junto a él como país moderno, a pesar de la lacra del sanguinario terrorismo vasco. Apostaría a que -como yo mismo- usted o medio Consejo de Ministros no sabrían decir quién es el presidente de la república alemana o italiana (según Wikipedia, Steinmaier y Matarella): son invisibles. El rey Juan Carlos sí era conocido y reconocido, con lo que sería del género memo considerar que un dinosaurio amortizado del PP o el PSOE hecho presidente florero (pongan un Mayor Oreja o un Bono) jugaría un mejor papel que Juan Carlos I o Felipe VI en la promoción de nuestros intereses internacionales, comerciales incluidos. Que para eso también está un jefe de Estado.

Juan Carlos consiguió un lugar de preeminencia indudable frente al llamado mundo árabe y sus jeques y reyes, incluido el íntimo enemigo marroquí. Tras la crisis del petróleo de los 70, cuando él es coronado, y mientras que la monarquía británica u holandesa o los presidentes alemanes u otros europeos ignoraban y hasta despreciaban a emires y reyes saudíes, nuestro rey forjaba lazos con ellos -que le consideran un familiar- lazos y conexiones a los que no han sido ajenas nuestras compañías señeras, lanzadas a una expansión internacional que sólo los ciegos y los sectarios considerarán inútil o nociva, y no esencial, como lo fue para la riqueza de nuestro país. Un movimiento estratégico de primer orden.

Oliendo sangre, el crisol de la raza catalana, Quim Torra, vuelve a su obsesa y aprovechada política: "Los catalanes no tenemos rey". Mucha gente de a pie también se lanza al ring, confundiendo república con izquierda de forma artera o ignorante. Pero nadie puede borrar el enorme activo que el rey fue para todos. También comercial. Y el comercio suele incluir comisiones. Lo cual digo con gran dolor de mi corazón y mayor decepción.

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