Felipe VI no pronunció el nombre de Cataluña en su discurso para la entrega de los "Premios Princesa de Asturias" de 2019 pero el desafío para la convivencia que ha traído el independentismo catalán si estuvo presente en sus palabras y, cuanto quería decirnos sobre ello, lo escuchamos en el turno de la galardonada con el premio "de la Concordia": La ciudad polaca de Gdansk. Una ciudad que aprovechó cada golpe para crecer como pueblo; Una ciudad que, unida bajo el mando de sus obreros, pasó décadas enfrentándose al comunismo; Una ciudad que, con los argumentos y la verdad como armas y un amplio reconocimiento internacional a su lucha, venció a una dictadura; Una ciudad que nos dió una de las historias del siglo XX que no deben ser olvidadas, pues contribuyó a la caída del muro de Berlín y a que la Democracia conquistara mas terreno, y que ahora nos está dando otra historia de integración y solidaridad para recordar. Y es que, en lugar de centrar su discurso en los anhelos democráticos de la Gdansk del siglo pasado o en el acierto de su modelo de integración de inmigrantes, Felipe VI puso el acento en el otro gran valor de este pueblo: Su constante deseo de que ninguno de los retos políticos a los que tenga que enfrentarse fracture su pacífica convivencia y la concordia que la sustenta, y, así, nos lo contó: "Gdansk- hoy una urbe vibrante, llena de vida y de luz- ha estado marcada por su tragedia y su resistencia, por su lucha en favor de la democracia y la libertad y por su dolorosa pérdida. Ha sido siempre punto de encuentro, pero tambien origen de litigios políticos de todo género, que la han ido transformando en lo que es en la actualidad: Un ejemplo de solidaridad, de integración y de convivencia pacífica. Quizá porque es en los momentos más difíciles cuando la voluntad de certidumbre se acrecienta. Es así como sus habitantes han conseguido transformar, con grandeza de espíritu, todo el sufrimiento de su lucha y de su resistencia en fuerza y valor, en convivencia pacífica" Y esto, ejemplos de unión y prosperidad, es lo que nos conviene recordar ahora y por eso, desde aquí, mi agradecimiento por traer, a este momento, la historia de Gdansk. Nuestro Estado es fuerte y nuestra Democracia solvente así que prescindamos de arengas electoralistas y llamadas a temer por la unidad de España, pues en nada ayudan a manejar un conflicto cuyo origen está en unas pretensiones planteadas a la ciudadanía catalana obviando dos realidades innegociables: La soberanía del pueblo español y el deber de respeto al marco legal vigente, y, como hizo Gdansk, veamos este desafío como una oportunidad para convertirnos en un país mas próspero, unido y solidario mientras les decimos, a quienes intentan sortear la Democracia, lo que cantaba, en su lucha, el pueblo al que le hemos dado este premio de la Concordia: "Deja de dividirnos y agitarnos".

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