Rey tardío y frío

El discurso de Felipe VI a la nación llegó cuatro días tarde atrasado y envenenado por el último affaire de Juan Carlos I

La adhesión de los españoles a la Corona pasa por un momento crucial. La aparición en televisión de Felipe VI este miércoles ha decepcionado incluso a partidarios. Por lo menos a juancarlistas y felipistas que sin ser monárquicos se han sentido satisfechos con el papel de estos monarcas; por ejemplo en el golpe de estado del 81 o la sedición catalana del 17. Pero esta vez no lo tenía fácil; en momento de tanto dolor e inseguridad acertar con el mensaje era complicado. El Rey estuvo tardío y frío. El suyo fue un enunciado convencional en un momento de zozobra colectiva. Le faltó anticipación, con el país confinado cuatro días antes. Pero sobre todo pesó sobre él y sobre la audiencia el affaire Juan Carlos-Corinna-Arabia Saudita, aventado por el comunicado de la Casa Real del domingo pasado.

El relato institucional de la crisis sanitaria empieza en serio, después de dudas y errores, el jueves 12 de marzo con una intervención de Pedro Sánchez más prolija que empática. El viernes el presidente anuncia que va a declarar el estado de alarma. El sábado, tras una maratoniana sesión y discrepancias en el gobierno de coalición, se decreta el estado de alarma. En ese momento debió intervenir el jefe del Estado. Pero el domingo 15 la Casa Real en un comunicado deja en entredicho las prácticas del anterior Rey como intermediario en los negocios internacionales de empresas españolas.

El motivo es una suma, presuntamente pagada por Arabia Saudita en paraísos fiscales por intermediar en el AVE a la Meca. El comunicado se hace porque el diario británico Telegraph señalaba al propio Felipe VI como el beneficiario de las cuentas de dos fundaciones en paraísos fiscales por importe de 100 millones de euros. La Casa Real indicaba que el actual Rey tuvo conocimiento de esas cuentas hace un año, informó a las autoridades y ante notario renunció el 12 de abril de 2019 a esa herencia, cuyo origen se cuestiona por falta de legalidad, integridad y rectitud. Las gestiones de hace un año se mantuvieron en secreto como un asunto de familia, aunque Juan Carlos renunció en mayo a su vida pública. Si entonces el Rey hubiese contado que censuraba a su padre y le quitaba su asignación anual de 200.000 euros habría quedado estupendamente. Un año después, y obligado por la prensa, el gesto se queda sin brillo.

No queda nada claro el papel de despecho o interés de la princesa Corinna, que primero denuncia el caso al corrupto comisario Villarejo y después al tabloide británico. Pero lo sustancial es que el Rey llegó tarde y llegó mal a esta cita con los españoles.

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