Rituales

La metáfora más exacta del mundo, vendemos la pólvora y al mismo tiempo y cerca la gasolina

Hacer las últimas compras del año para que el calendario fiscal, laboral y dictatorial que rige inexorablemente nuestras vidas se ciña a los tiempos y las formas, las últimas facturas, los últimos apuntes contables. Termina el año fiscal, gregoriano y mitificado. Como si saliésemos de un universo y entráramos en otro en el todas las cosas son diferentes. Cumplir religiosa y escrupulosamente todos los ritos. Limpiar la casa hasta en sus últimos rincones, ordenar todos los objetos, los libros, las revistas, los tebeos, los discos, los cds, encontrar todas aquellas cosas que hacía años que no sabías de ellas, desear leer algunos pasajes de ese libro que leíste hace tantos años, como salmo y sortilegio para convocar un vórtice que absorba todas y todos los malos sucesos del año que envejece apresuradamente presto a morir, como el río que llega al mar, que son las insomnes campanadas que presumían de ser eternamente festivas y que con una sonrisa forzada simulan la festividad inexistente en una plaza vacía.

Tardas en encontrar el libro y la superstición te hace apresurarte a encontrarlo y abrirlo. El mundo insiste en preparar los infames petardos comprados en casetas aisladas de todas las cercanías a establecimientos cumpliendo las más estrictas normas de seguridad para hacer explotar el año viejo y senil. Un puesto de venta de petardos que se ve desde la carretera está perfectamente separado de el establecimiento más cercano, que es por cierto una gasolinera.

La metáfora más exacta del mundo, vendemos la pólvora y al mismo tiempo y cerca la gasolina. Pero los impactos de los petardos ya son mustios ruidos ajenos porque apenas se oyen las voces que ya no entienden del todo que es terminar un año y empezar otro porque nos damos cuenta de que el sol va a salir en el mismo sitio donde salió el día anterior, sólo unas décimas de grados copernicanas más y las luces de centros comerciales nocturnos van a estar perennemente encendidas para que no las vea nadie, en el sueño del año nuevo, callado, expectante, donde ya no nos atrevemos a esperar alegría, progreso y felicidad mirando la nube negra que no nos deja y amenaza con aplastarnos. El fin de año es un programa de televisión, a gusto del consumidor y que dura toda la madrugada para que esa noche nos quedemos todos en casa mientras los irredentos descerebrados lo festejen como se hacía antaño cercados por la policía.

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