M. Robinson, no caminaremos solos

No solo su voz, cosida a un acento muy peculiar de "giri", fueron sus bazas para triunfar

Pues sí. Nunca caminaremos solos porque los buenos aficionados al futbol no te olvidamos. Ayer hizo un año de la desaparición para siempre de Michael Robinson, futlbolista y revolucionario de la comunicación en las ondas, en las transmisiones de partidos de futbol junto a Carlos Martínez y Julio Maldonado, "Maildini", primero en Canal+ y luego en Movistar+.

Desde que llegó a Pamplona en 1987, al Osasuna, equipo en el que militó dos temporadas, se hizo un español más. Demostró que tocado por la varita mágica estaba llamado a hacer historia, con la ligera sospecha de que allí comenzaría una etapa feliz. Esa luminosa intuición le duraría el resto de su vida.

No solo su voz, cosida a un acento muy peculiar de "giri", fueron sus bazas para triunfar. Excelente comunicador y gran contador de historias, fue autor y protagonista de varios libros. "Las cosas de Robin", de 1996, fue el primero, luego apareció "Lo que el ojo no ve" y "Acento Robinson". Ya en televisión presentó durante varias temporadas "El día después" por el que recibió el prestigioso Premio Ondas e "Informe Robinson". Historias duras, divertidas, de grandes éxitos y de grandes fracasos. "Lo que el ojo no ve", etc. ¿Quién no recuerda las noches de radio con José Ramón de la Morena, en "El larguero"? ¿Recuerda en la cadena Ser su programa "Acento Robinson"?

Todos ellos reflejan los rasgos del exfutbolista, nacido en Leicester (Reino Unido), nacido el 12 de julio de 1958, jugador del Manchester City, del Liverpool, el equipo de su vida, con él conquistó la Copa de Europa, del Queens Park Rangers y del Osasuna. A los 30 años anunció su retirada para siempre. Un problema de rodilla le obligó a colgar las botas.

Su adiós definitivo de las ondas fue en su estadio, en Anfield, donde tantas veces oyó su himno, "You'll never walk alone" (Nunca caminarás solo).

Su naturalidad, su simpatía, su capacidad para interpretar lo que estaba pasando en el césped, o su ingenio son argumentos más que suficientes para recordarle. Sus libros se leen como se le escuchaba a él: con una sonrisa.

Desde su fallecimiento el 28 de abril del año de la pandemia del coronavirus, será difícil volver a subir el volumen de la transmisión por televisión para seguir con su voz el partido. Sigue siendo, a pesar del tiempo, triste su ausencia y echado en falta su carisma y poderosa autenticidad.

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