Romanzas de zarzuela

Las disputas que ocupan a nuestra clase política se centran en cuestiones secundarias

Morla Lynch, en sus diarios España sufre (Renacimiento), cuenta cómo fueron los últimos días de la guerra civil en Madrid, tras el golpe del coronel Casado, cuando los republicanos comunistas luchaban contra los republicanos casadistas apoyados por socialistas y anarquistas. Durante una semana hubo disparos e incendios y combates callejeros. Nadie sabía lo que estaba pasando ni quién estaba luchando contra quién. Un día, deseoso de noticias, el diplomático chileno puso la radio. "Atención, atención, madrileños", dijo la voz perentoria de un locutor. Morla Lynch contuvo el aliento. "Atención, atención…", repitió el locutor. Luego se hizo el silencio. Y de pronto reapareció la voz: "Y ahora con ustedes… una bonita romanza de zarzuela".

Por fortuna no estamos viviendo una situación tan dramática como aquélla, pero también tenemos que conformarnos con bonitas romanzas de zarzuela cuando intentamos encontrar una respuesta o una explicación a lo que nos está pasando. Las clases medias se están viniendo abajo, los jóvenes siguen sin encontrar empleos estables y los habitantes de las grandes ciudades apenas son capaces de pagar los precios de las viviendas (expulsados por turistas y compradores llegados de Dios sabe dónde). Y además, tenemos un partido de gobierno acusado de gravísimos casos de corrupción, un desafío independentista en Cataluña que podría destruir el frágil edificio institucional -y el fondo de pensiones-, y un PSOE que parece revivir los enfrentamientos de los últimos días de la República entre casadistas y comunistas (y eso que me callo muchas cosas más). Y aun así, las disputas que parecen ocupar a nuestra clase política -y muchas de las iniciativas parlamentarias que se toman- se centran en cuestiones secundarias que sólo pueden tener un interés minoritario. ¿O es que realmente los ciudadanos vivimos con ansiedad cuestiones tan trascendentales como el tamaño del rabo de los perros, la prohibición de la tauromaquia o las leyes LGTBI? ¿Y en qué va a mejorar nuestra vida si gana una moción de censura -de Podemos- que ni siquiera tiene un programa y un candidato alternativo? Pero éstas son las nuevas romanzas de zarzuela con que entretienen nuestra inquietud y nuestro desconcierto, mientras afuera, en la calle, nuestro mundo se está viniendo abajo.

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