La cuarta pared

Desde Rusia con amor

En la estepa Siberiana podemos encontrar con ciudades creadas en la primera mitad del siglo XX en torno a una mina que dan pavor

Resulta divertido y casi adictivo hacer listas de cosas. La red se encuentra llena de rankings de lo más variopinto. En arquitectura y urbanismo podemos encontrar clasificaciones de los rascacielos más altos, las ciudades más superpobladas, el top ten de las más amables para vivir en ellas o la lista de los edificios más modernos del mundo mundial.

Obviamente todas las clasificaciones, salvo las estrictamente mensurables matemáticamente como pueda ser el número de habitantes en una ciudad o la altura en metros de un edificio, tienen una carga subjetiva muy importante. Sobre todo si lo que miden son cualidades o virtudes como la belleza, la sostenibilidad o el grado de felicidad. Si se pretende encontrar el ranking de las 10 ciudades más bonitas del mundo, veremos que Paris, Praga, Viena, Roma, Kioto, Dubrovnik, Berna y San Francisco lo son. Cada una de ellas es la más bonita de forma incuestionable. Y hay otras tantas que también lo son, como San Petersburgo, Marrakech, Sevilla, Brujas, o Bergen…y así de forma indefinida hasta renunciar a decidir cuál de ellas es objetivamente la más bonita de todas. Asumiendo esto, y aceptando que será difícil objetivar al 100% lo que depende de la percepción de cada uno, nos podemos lanzar sin complejos a la divertida búsqueda de… la ciudad más fea del mundo. Encontrar la más bonita empalaga, y aparecerá el que diga eso de "como se nota que no conoces Toledo".

En lo que a ciudades feas se refiere, dejando de lado aquellas que se encuentran devastadas por las guerras y las catástrofes, hay que reconocer que los Soviéticos eran unos auténticos maestros planificando con inquina. En la estepa Siberiana, nos podemos encontrar con ciudades de un tamaño más que respetable creadas en la primera mitad del siglo XX en torno a una mina, industria o yacimiento, que dan pavor. Ciudades impersonales, descarnadas, frías, y sucias como Norilsk o Mirni son solo dos de las más reconocibles de una lista interminable. Casi todas ellas responden al modelo de urbanismo comunista con grandes y sobrios bloques racionalistas, estandarizados y repetitivos en un trazado replicable, escalable y reproducible allá donde sea necesario.

Hoy día, gracias a herramientas como Google Earth o Street View, podemos visitarlas sin salir de casa y sin tener que abrigarnos para soportar las terroríficas temperaturas que se registran en ellas. Hoy, mientras escribo este artículo, en Norilsk están a -32ºC. Creo que ya tengo mi favorita.

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