La Resistencia

Luz Belinda Rodríguez

Parlamentaria andaluza por Almería

SOS hostelería

La importancia de la hostelería no es solo económica. Los bares son para nosotros parte fundamental de nuestra vida social

Hispania es tierra de conejos, decían los romanos. Nosotros, en muchas ocasiones, nos hemos referido a España como "país de camareros". No hay nada peyorativo en ello. Es la constatación de un hecho. Con la entrada en la entonces Comunidad Económica Europea -luego Unión Europea- España aceptó desmantelar su industria y liquidar su sector primario para convertirnos en un país de servicios. Geriátrico para jubilados nórdicos. Destino vacacional de bajo coste para los jóvenes y las familias de medio mundo.

Sol, playa, cultura y una atractiva oferta gastronómica. ¿Qué podía salir mal? ¡Que fabriquen ellos! pensaron los próceres socialistas y populares, parafraseando a Unamuno. Total, no estaba previsto que dejase de salir el sol en nuestras costas. ¡Qué visionarios! La realidad es que una economía dependiente del turismo es una economía con escasa capacidad de resistencia a las crisis. Por eso esta, que va camino de convertirse en la madre de todas las crisis, amenaza con dejar España como un solar.

La importancia de la hostelería no es solo económica. Los bares son para nosotros parte fundamental de nuestra vida social. Tanto que en algún pueblo le ha costado el puesto al alcalde la decisión de cerrar el único bar de la localidad. Bien hecho. Los españoles no quedamos para charlar: vamos a tomar algo. La charla, el encuentro con los amigos, el baile o ver el partido son la tapa que acompaña al acto social de comer y beber. Y eso no lo cambia de un día para otro, ni lo compensa, el servicio a domicilio, por mucha multinacional que trate de reclutar a falsos autónomos para malpagarles. Porque lo que nos gusta es pasarnos por los mesones, saludar al tabernero, soltarle un chascarrillo y esperar a que aparezca un conocido. Tanto es así, que los partidos políticos que han querido dotar de una entraña popular a sus sedes las han organizado entorno a un bar. Ya sean los círculos carlistas, las casas del pueblo socialistas, los batzokis del PNV o los hogares de Falange. Es hora de que los políticos a nivel nacional, autonómico y municipal salgan en auxilio de los hosteleros. Primero que dejen de martirizarlos con restricciones cambiantes cada semana. Después, que dejen de freírlos a impuestos y que les concedan moratorias en sus pagos mientras les obliguen a cerrar. Salvemos la hostelería. La salud y el trabajo no pueden ser incompatibles.

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