Sacudiendo el tablero

Galicia y el País Vasco se han replegado y han mirado hacia quienes mejor los conocen a ellos y a sus circunstancias

Cansado o esperanzado, o ambas cosas, el norte acaba de pegarle una buena sacudida al tablero; quizás cansado de no ver el cambio prometido por los nuevos partidos de ámbito nacional, quizás esperanzado en andar mejor el difícil camino ante el que nos ha puesto la COVID-19 con zapatos hechos, únicamente, de su propia piel. Sea por lo que sea, Galicia y el País Vasco se han replegado y han mirado hacia quienes consideran que mejor los conocen a ellos y a sus circunstancias: Alberto Núñez Feijóo y Ana Pontón por un lado e Iñigo Urkullu y Arnaldo Otegui por otro. Porque la gran victoria de Núñez Feijóo no es una gran victoria del PP sino una gran victoria de un gallego moderado, fiel a su tierra y que cambió el logo del PP por la palabra Galicia, como los estupendos resultados de Urkullu y Otegui no son unos estupendos resultados del PNV y de EH Bildu sino unos estupendos resultados del nacionalismo. Son muchos los analistas que creen que este trance mundial, que está poniendo a prueba a la solidaridad en todos los ámbitos y niveles posibles, va a potenciar el proteccionismo, algo que ya venía cotizando al alza (El ICEX, por ejemplo, en una noticia del pasado mes de febrero, advertía que "las previsiones apuntan que el comercio internacional crecerá solo un 0,8% en un contexto marcado por el aumento del proteccionismo"), el nacionalismo y los conflictos entre naciones y regiones. Y la realidad les está dando la razón.

Miremos a EE.UU, cuyo lema en la era Trump, "America first", avanza a pleno rendimiento (basta recordar el episodio de acaparamiento del antiviral Remdesivir, su retirada de la OMS o su cuestionamiento de la OTAN) o a Japón, que ha puesto a disposición de sus empresas miles de millones de dólares para que abandonen China; o pensemos en las tensiones surgidas en la propia UE ante el nuevo rescate al que ahora debe hacer frente o en las constantes llamadas por parte de dirigentes y organismos internacionales a la puesta en común de patentes de cara al desarrollo de vacunas contra la COVID-19 y a que estas vacunas sean un bien público global y gratuito. ¿Pero es el "sálvese quien pueda" la mejor solución? Seguramente no, sobre todo para quien no es, ni podría ser, el líder mundial, y seguramente no porque el "sálvese quien pueda", como los populismos, vive de una política fácil, de mirada y vuelo corto y la verdadera victoria, aquella que pone a un país, a una sociedad, sobre los cimientos que el peso de este mundo interdependiente, complejo, agresivo y acelerado exige, necesita de una política que hable, de tú a tú, a esa complejidad, de mira abierta y largo recorrido. Como dijo Pepe Mujica, allá por el año 2013: "La política está sujeta a volar como las perdices, cortito y rápido. Y se está necesitando política de largo aliento en un mundo que se globaliza. Estas son dificultades en el camino".

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