La tapia del manicomio

Sálvese el que pueda

El personal se pasa la vida pendiente de la tele, en la que ya no se ven apenas cadenas, sino videos empaquetados

En un reciente artículo de Eduardo Madina, el conocido analista político afirma que "la política 'empieza' a concebirse como una rama más del entretenimiento". El subrayado de "empieza" es nuestro, porque lo que nos ha llamado la atención es que no se hubiera dado cuenta antes de que algo tan evidente lleva ya mucho entre nosotros. Ya hace años que las tertulias políticas utilizan el mismo formato y el mismo lenguaje que los "Sálvese el que pueda", que han impuesto su estilo en la tele desde hace veinte años. Poco después, los telediarios se contaminaron también del estilo "espectacular", siempre en la lucha por la audiencia, que por lo que se ve, los dueños de las teles deben considerar que está compuesta por subnormales. Por esas mismas fechas (1999) publicó Foster Wallace su magna obra "La broma infinita" en la que dedica más de mil páginas, de letra chica y casi sin márgenes, a glosar la sociedad del futuro inmediato, en la que todo se basa en el entretenimiento. Por supuesto, también la política. El personal se pasa la vida pendiente de la tele, en la que ya no se ven apenas cadenas, sino videos empaquetados, más o menos dirigidos a unos cuantos tipos de personas, pocos desde luego. Más o menos como ya está ocurriendo ahora. Y tampoco se puede decir que Wallace fuera original con esta "profecía", puesto que ya en los años sesenta Guy Débord describió la, más que probable, futura "Sociedad del espectáculo". Eso sí, necesitó menos de la décima parte de páginas para dibujar lo que ahora "disfrutamos". Actualmente, lo que no se concibe es actividad humana cualquiera que no esté montada sobre espectáculo y entretenimiento (y perdonen la redundancia): puro fuego de artificio. La enseñanza tiene que ser bien digerida, en dosis de tamaño potito y muy, muy divertida. La religión siempre lo ha tenido claro y ha usado el espectáculo y la magnificencia: "sorprender para dominar", procesiones, cánticos, misterio… Los sucesos, que estaban relegados a un rincón del periódico, ahora ocupan los titulares de portada. El deporte, lejos de aquella máxima latina de "mens sana in corpore sano", ahora es puro teatro y apuestas; y los programas deportivos cuentan mayormente los ligues, los millones y las juergas de los deportistas. ¡Quién nos iba a decir que nos íbamos a dedicar sólo a las cosas importantes!

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