De Salzillo

El museo ha ganado a pesar del desdén de los artistas de vanguardia que no quieren oler a tufo de Semana Santa

En un museo vacío, un lunes de diario temprano, entramos en la iglesia de Jesús totalmente a oscuras, tan sólo iluminada al frente de la entrada, la virgen dolorosa. Dice la tradición que debe salir a la calle el viernes santo justo en el momento que salga el primer rayo de luz detrás de unos edificios altos que están enfrente de la iglesia. Un señor, murciano, de pro, nos explica pausadamente que la iglesia (iglesia museo) está a oscuras porque son las nueve de la mañana y en a es hora antes de que abra el museo la dedican a los que desean hacer oración. A las 10 ya no será iglesia sino museo abierto con conserje y funcionarios. Pero igualmente museo vacío. Los museos son, o bien recintos cerrados llenos de personas que tapan obras de arte o bien museos vacíos en los que rara vez hay personas. La costumbre española fiel es abrir los museos y exposiciones en horario laborable, cuando prácticamente nadie puede ir y cerrarlos los días festivos (incluso sábados), cuando todo el mundo puede (y hasta a veces quiere) ir. En estos museos de provincias (así son porque la celebridad queda en una especie de santo patrón laico local que sirve para poner nombres a cosas: Gran vía de Salzillo, cafés Salzillo, edificio Salzillo y hasta Museo de Salzillo. El museo ha ganado a pesar del desdén de los artistas de vanguardia que no quieren oler a tufo de Semana Santa. Lo amplian, desde hace a lo mejor veinte años que lo visité, belenes inconmensurables, documentos y profundidad que no llega a los libros. Libros, haberlos haylos, pero parcos, sucintos, esquilmados, engolados, sin la monumentalidad que requieren. Y ahí pecan todos los biógrafos de prohombres (busquen la palabreja añeja y casposa, en una cosa que se llama diccionario) españoles, merecen poco más que haya calles, estatuas, plazas y edificios con su nombre, pero que nunca un libro monumental los homenajee de verdad. Meras guías, escasos datos, que sobran para los Leonardos da Vincis, Napoleones, Julios Cesares y etcéteras, pero usted no puede comparar una gloria extranjera con un mindundi español por muy reconocido que sea o fuese. Y si alguien se atreve a semejante felonía (hacer la biografía total, amplia, densa, profunda, tocha), nunca será un español, en todo caso será un foráneo. Pero claro, eso quién lo vende, quién lo compra, quién lo alaba o quién lo lee. Un murciano de pro, no. Y un español de pro, menos.

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