República de las Letras

Samuel

Eso es lo mejor de tener nietos, que te sobrevives, que sabes que habrá alguien en el mundo que te recuerde

El martes, 3, llegó a este mundo Samuel, nuestro segundo nieto. ¡Qué emoción la de su hermana Abril cuando lo conoció! "Lloro de emoción", dijo, con sólo cuatro años. Y es igualmente emocionante -esa es la palabra-, ser abuelo. ¡Es tan distinto! Visto desde esta edad y con lo vivido, uno tiene la sensación de que cuando empezó a tener hijos no estaba preparado para tamaña aventura vital. Los niños, digo siempre, deberían traer libro de instrucciones, así no cometería uno los errores que comete en ellos. Esos errores, vistos cuarenta años después, son los que cargan de experiencia a los abuelos y ya no se repiten.

Samuel viene al mundo, a su casa, a los brazos de sus padres y a las ternuras de su hermana mayor, Abril. Samuel tiene por delante toda una vida. Los abuelos tenemos por delante toda una experiencia de vida para tratar a los nietos de muy distinta manera. En eso se basa casi todo el mundo cuando se aventuran a decir que a los nietos se les quiere más que a los hijos. De ninguna manera: se quieren distinto. Ya no se pretende, por ejemplo, prepararlos para el futuro. Eso es cosa de la madre y el padre. No, no pretendemos ya los abuelos educar. Samuel tiene todo a su favor para ser como su hermana, cariñosa, obediente, razonadora, moderada, inteligente, voluntariosa, alegre, muy alegre… Él también lo será, pues va a ser educado de la misma forma y ya, con tan pocos días de edad, apunta maneras: duerme, come, duerme, come… Pero si fuese caprichoso su abuela y yo le daríamos todos los caprichos. Los abuelos sólo debemos mimar, dar amor. Lo de corregir, enseñar, educar, reformar… todo eso no son temas de los abuelos.

Pero lo mejor de tener nietos, y la razón por la que siempre causa tanta satisfacción tenerlos, es que el abuelo y la abuela sienten que sus vidas y su vida en común han tenido sentido, han servido para algo, y se van a prolongar mucho más allá de las respectivas existencias. Mi esposa y yo, todavía, casi no hay día que no nombremos o recordemos de alguna manera a su abuelo y a mi abuela. Ellos, después de tantos años, aún perviven en nuestro recuerdo. Eso es lo mejor de tener nietos, que te sobrevives, que sabes que habrá alguien en el mundo que te recuerde. Es nuestra modesta, natural y muy humana forma de luchar contra lo efímero de la vida. Contra el tiempo. Bienvenido nuestro pequeño Samuel. Él y su hermana Abril llenan nuestra vida.

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