A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Sánchez y las horas bajas

Cuando las cosas se tuercen, solo satisfacen las muestras pueriles de sumisión

Hay frases para la historia. "Vivan las cadenas" es una de ellas. El otro día el asesor áulico soltó una nueva, digna también de figurar en los anales de la memoria: "Yo me tiro a un barranco por Sánchez". ¿Qué significa esa declaración de amor en sede parlamentaria? Desde luego no quiere decir que Redondo esté dispuesto a mostrar su fidelidad perruna hasta ese extremo. Lo que implica, en realidad, es que a los demás nos tiraría sin pestañear para conservar los favores del líder supremo. Muchas personas que se dedican a la política -no todas- buscan dinero, influencias, satisfacer su vanidad o chinchar a los vecinos. Son aspiraciones comprensibles. La cuestión es saber hasta dónde están dispuestos a llegar para cumplir sus deseos. Para Redondo el precio a pagar no importa. Y no es el único. El sector 'barranco' es hoy día el mayoritario en la política y, desde luego, en el PSOE. Los dirigentes ya vieron las hechuras al presidente y tomaron medidas. Pero los militantes demostraron que, entre dar aliento al enemigo o el barranco, ellos lo tienen claro: el barranco.

Redondo sabe bien que esos golpes de pecho en favor del jefe son ridículos. Aunque por su profesión lleva toda su vida vendiendo coches dudosos a la gente, comprende que no es bueno confesar el desprecio absoluto que siente por la razón. Pero ¿por qué ese afán de aparecer entonces como un zote? Probablemente, Redondo conoce mejor que nadie al presidente y los días negros por los que atraviesa. Cuando las cosas se tuercen y uno sospecha que es mera apariencia, se ven enemigos detrás de cada puerta y solo satisfacen las muestras pueriles de sumisión. En cada rostro se intuye a alguien dispuesto a gritar que el rey está desnudo y hasta los pretorianos resultan sospechosos. Estos días, tras el escopetazo en Madrid, con el Tribunal constitucional echado al monte y Marruecos convocando la guerra santa, el presidente vive esa situación. Solo quiere legionarios a su alrededor. Redondo lo intuye y encabeza el cortejo con la cabra. La caja fuerte está aun dentro de la Moncloa. Pero no le auguramos solo ganancias. Al final, esas frases siempre crean la duda en los emperadores. 'Vale, dices que estás dispuesto a dar tu vida por mí. Pero ¿cómo sé yo que eso es verdad?' Y, claro, solo hay un modo de comprobarlo.

En fin, lo único cierto en estos tiempos es que Valle Inclán no pararía de escribir.

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