Sánchez en serie

Lo más impactante de la serie de Sánchez, al final, va a ser el desinterés general

Por lo visto, la serie de Pedro Sánchez no encuentra quien la compre. No tienta a ninguna plataforma de cine ni tampoco a ninguna cadena de televisión. Lo más seguro es que se arregle con algún empujón discreto del ejecutivo, pero ahí queda esta resistencia originaria.

¡La de chistes políticos que haríamos nosotros con las mejores secuencias de la serie de Sánchez; las columnas de opinión que podríamos escribir con los sabrosos comentarios del presidente, siempre tan locuaz; la de tertulias políticas que rellenarían su programación discutiendo sobre el efecto de cada capítulo sobre el atribulado electorado socialista y, finalmente, el juego que encontraría la oposición citando, irónicamente, los momentos estelares en la tribuna del Congreso y en los canutazos a la salida! No hay duda que los que, de una forma u otra, nos dedicamos a esto, veríamos la serie sin perdernos ni un minuto con libreta y bolígrafo.

Y aun así ninguna plataforma la compra. ¿Por qué? Porque los que de una forma u otra nos dedicamos a esto somos cuatro gatos y el negocio de la televisión se basa en la cantidad de público, no en el hueco eco mediático-político. Lo que interesa a la gente corriente y moliente no es lo que interesa a los políticos ni lo que nos mueve a los comentaristas. Además, hay otro factor esencial. El valor de la serie, incluso para nosotros los especialistas en el regate corto de la política, depende de que Sánchez siga siendo presidente del Gobierno. Desde el mismo instante en que unas elecciones lo apeen del Falcon, su atractivo político será cercano a cero. El otro atractivo, del que tan convencido está Pedro el guapo, no lo negamos, pero no da para sostener este producto televisivo. Sin el BOE detrás, la serie habrá muerto hasta para los pases de cine B. No tendrá ni el toque vintage del No-Do. Todo parece indicar que las cadenas televisivas también tienen un ojo echado a las encuestas últimas.

Concluyamos, pues, que el dinero pagado a la productora en forma de oportunas subvenciones no habrá servido para cambiar la historia de la televisión ni de la comunicación política ni de las próximas elecciones; pero sí para dejarnos claras estas dos cosas elementales. Uno, que el interés del público soberano va por otros derroteros y, dos, que la gente que invierte (que apuesta con su dinero) está empezando a dar por descontada la derrota del flamante protagonista de la serie.

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