Sanitarios de Torrecárdenas

Mi más profunda y merecida felicitación al personal que desarrolla su labor en nuestro sistema sanitario

Para hablar con propiedad de algo, nada mejor que vivirlo en carnes propias. Solemos ser tan entendidos y cultos, que casi siempre ignoramos la mayoría de lo que decimos. Convertimos una mera opinión -de cualquier rama del conocimiento- en el Sancta Sanctorum de la sabiduría. Así solemos ser, va en nuestra naturaleza. La causa de tal esperpento conductual pudiera ser la maldita arrogancia, o el estúpido sentimiento del miedo al ridículo, o simplemente el deseo de sentirnos más y mejores que los demás, esa soberbia tan supina que ahoga a esta sociedad. El caso es que, sea como fuere, de momento es uno de nuestros mayores pecados.

Pues quien escribe quiere hoy redimirse, y a tal fin una muestra de agradecimiento. Mi más humilde, profunda y merecida felicitación al personal que desarrolla su labor en nuestro sistema sanitario, concretamente a los trabajadores del Hospital Torrecárdenas de Almería. Celadores, enfermeros, médicos, personal de limpieza, así como todos y cada uno de los eslabones que hacen de la sanidad una maquina cuasi perfecta.

Porque la salud, si de patrimonializar nuestras vidas se trata, es el bien más preciado y cotizado, aunque la olvidemos en cualquier cajón del recuerdo cuando su estado nos resulta favorable, ignorando nuestro frágil organismo toda muestra de dolor. Para bien, como la de un parto, y para mal, esos otros padecimientos y calvarios de existencia. Como decía Balzac, el cuerpo tiene su propia memoria, ajena a la del espíritu, siendo aquella la que días atrás despertó y consiguió que pudiera constatar -ya la presuponía- la educación y amabilidad que posee el personal administrativo que recibe en urgencias del citado hospital a los pacientes. A sus enfermeras y celadores, que en "los sillones" y en planta hacen que los días, así como quejas que le acompañan, sean menos y más llevaderas. Y a sus médicos, unos profesionales cualificados y entregados, que no solo saben sanar, sino también calmar inquietudes y temores.

Por todo ello, y con conocimiento de causa, una verdad (o deseo): la sanidad y las políticas que la gestionan deben ser algo intocable e intachable, respectivamente, desterrándose de las mismas esas burocracias de pacotilla, politiqueos de pasillo e hipocresías al que nos tienen acostumbrados los innombrables (al menos en este artículo). Marea blanca.

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