A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Séneca y el esfuerzo personal

Vivimos en un mundo en el que pensamos que todo existe para ponerse a nuestro servicio y nos parece estúpido esforzarse

Al tiempo que les deseamos un feliz año y muy especialmente a nuestro amigo Manuel López, nos apetece recordar estos días a un personaje, Stantilio Quadrato. Séneca lo menciona en sus cartas. Lo presenta como un espíritu burlón, siempre dispuesto a mortificar con sus pullas a los ricos necios. Uno de estos, Calvino Sabino, incapaz de recordar dichos célebres o poemas, adquiría esclavos educados y les hacía aprender los pasajes de Homero para que le apuntaran los versos que deseaba citar. De ese modo pretendía pasar por erudito. Stantilio le aceptó el razonamiento y le propuso que se ejercitase también en la lucha para mejorar su físico. Cuando el rico le recordó que apenas si podía mantenerse en pie, Stantilio se limitó a decir que no veía ningún problema, pues contaba con muchos esclavos robustos que podrían hacer ejercicio por él.

La pretensión del acaudalado Sabino de sustituir el conocimiento personal por el de los esclavos no camina muy lejos de nuestro mundo y de nuestras ensoñaciones. Escuchamos que para nada sirve el cálculo cuando las máquinas realizan esas operaciones. Lo mismo ocurre con la ortografía. ¿Acaso no tenemos un corrector en nuestros ordenadores? Y tampoco parece necesario retener determinadas fechas y datos. No tenemos esclavos, pero a nuestro servicio se encuentra una máquina obediente que nos conduce, en seguida, a la Wikipedia. E incluso, desde el Ministerio, se anima a confundir las practicas pedagógicas rutinarias con la memoria, una de las facultades más excepcionales del ser humano.

Todos esos instrumentos constituyen un gran auxilio, pero suponen un peligro si se presentan como algo capaz de reemplazar el necesario entrenamiento de nuestro cerebro. Las nuevas tecnologías forman un gigantesco conglomerado de intereses. Ahora esperan el momento para entrar en la escuela. No solo para ayudarnos, sino también para incorporar a sus dominios cualquier espacio de la vida pública y privada.

Cuentan a su favor con esa sensación de omnipotencia que provoca creer que todo se encuentra a un clic de distancia. Vivimos en un mundo en el que pensamos que todo existe para ponerse a nuestro servicio y en el que nos parece estúpido esforzarse. El sueño es muy agradable, pero el despertar quizás no lo sea tanto. Y no siempre contamos ahora con un Stantilio capaz de recordarnos adónde pueden llevar esas interesadas exageraciones.

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