Sentido del humor

El sentido del humor no es una tolerancia sin límites y provocar sonrisas no está al alcance de cualquiera

Matar moscas a cañonazos puede parecerse a referir la teoría de la relatividad de Einstein para las minucias de lo relativo, entendido al modo de lo que guarda relación con alguien o con algo, no como antítesis de lo absoluto, en una de esas dicotomías maniqueas que separan, precisamente con criterio relativo, lo malo de lo bueno. ¿Es malo hacer chistes de algunas costumbres o comportamientos propios de los gitanos? Un monólogo del humorista Rober Bodegas -a quien no debe haber agradado tan repentino incremento de su audiencia o seguidores- es causa de reacciones tan desmedidas como centenares de amenazas de muerte, vengativas batidas para linchar al humorista e insultos a tutiplén. El ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, que de la teoría de la relatividad, y de la gravedad, debe saber, afirma, en un medido tuit: "Que no se malinterprete: aberrante es el racismo y las expresiones racistas. El humor debe seguir teniendo su espacio. Las amenazas son intolerables". Y el carácter del humor, como efecto bastante más sensato de la desairada polémica, es objeto de interés en las redes sociales, sin que haya que encontrar en estas, por otra parte, una legitimidad especial. Hace pocas fechas, también se hizo público que un restaurante de Lérida ofrecía en su carta dos platos singulares: "Guardia civil andaluz a la brasa, con pan tostado y ensalada", "Manitas de jueces y fiscales del Constitucional, hechos a baja temperatura y acabados a la brasa de carbón". El dueño de tal local también se ha sentido amenazado y excusó las denominaciones por tratarse de expresiones culinarias típicamente catalanas o resultar una forma divertida de bautizar platos típicos de las tierras leridanas. Viene al caso que también recordó otro plato de la carta, "Brazo de gitano de Balaguer", cuya denominación no había suscitado controversia. Humorista y restaurador, entonces, han expresado sus disculpas ante las reacciones provocadas y esta controversia afecta al sentido del humor; sobre todo, en lo que concierne a la capacidad de ser objeto de ironía, cuando esta se hace como burla cuidada. No debe olvidarse, además, otra cuestión: el carácter relativo de los efectos y de las "solidaridades", en función de quiénes resulten destinatarios del "humor" y a qué circunstancias se aplique este. El sentido del humor, en definitiva, no es una tolerancia sin límites. Y provocar sonrisas genuinas no está al alcance de cualquier gracioso.

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