Opinión

Rafael Leopoldo Aguilera

Sentires piadosos

UNA forma de exteriorizar la piedad popular en Almería durante todo el año, y más en concreto en esta época cuaresmal, que va en aumento año tras año, tras dejar atrás a don carnal, no solo por los actos litúrgicos, sino por distintas maneras de hacer visible la vinculación con la religiosidad popular, la fe a pie de calle, esa fe basada en los más sentidos sentimientos del corazón, el alma y la razón. Son muchos los establecimientos de toda índole que colocan en sus paredes algún cuadro con la imagen a la que profesan su fervor o devoción, o su pertenencia a la fraternidad religiosa, cuestiones éstas últimas que suelen acrecentarse con la llegada de la Cuaresma, que se pegan los carteles de cultos en la cristalería de los escaparates o fachadas, incuso algún detalle más explícito como un cortejo procesional, una mantilla, nazarenos o un costal, toda la simbología litúrgica de atributos penitenciales. Cada día son más los vehículos de revestimiento capillita, que llevan colgado del retrovisor la medalla de la corporación cofrade a la que pertenecen, o la puesta en el cristal o respiradero imagen sacrosanta, convirtiéndose en un templo movible de la fe. La escucha en esta época música procesional, a veces demasiado elevada para que escuchen esos acordes que suenan a arrimar el hombro con pasión nazarena.

Locales culinarios con productos propios de esta época primaveral, que se pueden degustar con mejor paladar, al ser un elemento de reclamo a los consumidores del establecimiento, que en ocasiones va unido al encendido de alguna vela junto a la escenografía de una imagen, y en ocasiones el olor a perfumen embriagador del incienso que inunda e impregna los sentires piadosos. Periodo cuaresmal en la calle, tiempo de conversión para unos pocos, y para otros muchos, un encuentro multitudinario secular con la primigenia fe popular, que al pasar por delante de una iglesia, en donde se encuentran sus Titulares sagrados, se persignan o hacen alguna genuflexión respetuosa, mandando una oración contrita. O se colocan en la solapa el escudo de la cofradía, o un penitente, una palma, un ramillete de olivo o al Señor de la vida y la esperanza. Casas con bellos altares con los colores morados y negros de la época, entre fragancias a incienso, mirra y un sin fin de aromas de flores, y los sonidos a alto volumen para impregnarnos de la pasión cofrade. Y para los más atrevidos, una panel de terciopelo burdeos bordea los balcones con algún blasón, palma o emblema cofradiera. Al final, Almería más cofrade y nazarena.

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