Seres / des/ humanos

La amabilidad es un lenguaje que los sordos pueden escuchar y los ciegos pueden ver (M. Twain)

Amedida que la medicina se ha ido tecnificando hemos perdido contacto progresivo con el paciente. Los profesionales sanitarios canalizamos vías, valoramos analíticas o escudriñamos resonancias. Después nos vemos obligados a escribir detalladas historias clínicas en sistemas informáticos que no siempre alcanzan la celeridad deseada. Y así uno puede preguntarse: ¿cuándo vemos a los pacientes, cuándo hablamos con los usuarios? Queda poco tiempo, es verdad. Pero esta malformación del oficio no es sólo endémica de los profesionales de la salud sino que alcanza proporciones pandémicas. Profesores lastrados por la burocracia o funcionarios sepultados tras murallas de expedientes son otros colectivos que aquejan también este mal. ¿Y quién acaba pagando el pato? El de siempre, el ciudadano.

El Hospital Torrecárdenas es mi hogar desde hace lustros. Conozco sus rincones y a sus moradores como conozco mi barrio y a mis vecinos. Recientemente hemos visitado esta casa desde el otro lado, como pacientes. Y desde esta perspectiva es donde mejor se aprecian las fallas del sistema y los aciertos de sus trabajadores. Como psiquiatra utilizo el contacto y el vínculo afectivo a modo de herramientas terapéuticas. Tras mi experiencia como usuario valoro doblemente cualquier gesto de humanidad que un profesional pueda tener con el ciudadano que atiende. Un sencillo "buenos días", una palabra de aliento o una sonrisa velada tras la mascarilla ayudan tanto o más que una buena exploración. En mi recuerdo albergo las imágenes de tantos compañeros (la mayoría) que, aún saturados de trabajo y papeleo, han tenido esos gestos de cariño y cercanía. Lamentablemente también evoco imágenes de esos otros (los menos) que te tratan de manera indiferente o incluso maleducada. Y quiero subrayar que la humanización (y su carencia) no entiende de perfiles profesionales. Abundan las buenas gentes, comprometidas con su labor y eficientes en todos los perfiles. Y entre ellas engordan agazapadas las metástasis del sistema.

Las bolsas de trabajo evalúan experiencia y conocimientos. Pero en ningún examen se mesura el nivel de humanización del opositor. Las direcciones se esfuerzan en promocionar este rasgo entre sus profesionales pero me temo que donde no hay mata no habrá patata. Por contra, he podido constatar que, si delante tienes a un ser humano en seguida lo sabrás, cualesquiera sean las circunstancias.

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