¿Sindicar la prostitución?

El sexo de ocasión o por interés económico es ética y bilógicamente, poliédrico, con múltiples variables

Hoy es el día contra la Trata y Explotación Sexual, delitos odiosos que se ceban en la pobreza y discriminación de género, pero que deben distinguirse de la prostitución voluntaria y el comercio libre de servicios sexuales, una industria tan antigua como la historia humana, a cargo de hetairas, concubinas o cortesanas, que alguna vez fueron oficios legales, como en la Grecia clásica o durante la Ilustración, y otras veces, estigmatizadas, como a partir del lóbrego S. XIX. Y hasta hoy, en que una ministra progresista (¿?) se espanta con el gol por la escuadra de la sindicación de laborantes del sexo que reclaman amparo legal, pero ni se inmuta ante la oferta mediática de porno a la carta en un mercadeo, tan público como anómico, o sea sin control jurídico, ni higiénico, para quienes faenan en bochornosa alegalidad. Aunque para bochorno, el silencio clamoroso de los sindicatos ante tal iniciativa de quienes claman por sexar seguros, olvidando que fueron grupos gremiales parecidos, de gentes sin derechos, quienes idearon las revueltas sindicales del XIX y organizaron estructuras que sirvieran para acabar con las explotaciones patronales y para emancipar a los siervos como ciudadanos. Porque si un sindicato no sirve de ágora donde los obreros tomen conciencia de sus problemas, para asesorarles a mejorar sus condiciones laborales y a superar los abusos históricos, entonces, díganme, ¿para qué sirven los sindicatos? ¿Para jalear neoburguesías "indepes"? Verdad es, que el sexo de ocasión o por interés económico es un hecho, ética y bilógicamente, poliédrico, con múltiples variables, desde casamenteras hasta de medranza social o académica, cuando no de mero alivio hormonal, variables que, más allá de hipocresías costumbristas, no parecen desafinar con el derecho del adulto a gozar su libido en manos de profesionales, que prefieran faenar sexando que limpiando establos. Una opción profesional tan genuina que no hay cultura donde no existiera, si bien no en todas se haya asumido la responsabilidad de regularla, siquiera para liberar a sus laborantes de los lupanares donde operan en caso de clandestinidad. O para facilitar su emancipación laboral, ofrecerles derechos y exigirles tributos, que de todo cabría hablar. Sé que es una temática compleja, pero acaso no exista un medio más eficiente para acabar con las hampas canallas de la trata sexual, que sindicar la prostitución libre.

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