Lel síndrome de Peter Pan siempre se suele asociar a la inmadurez en ciertos aspectos psicológicos y sociales de la persona. El individuo o los individuos en cuestión son inmaduros y narcisistas -véase mi querido lector todo aquellos asuntos y temas que están relacionados con la educación y su sistema que, en muchos de los casos, precipita la madurez del alumno soltándolo con apenas doce años al instituto, por lo que no se termina de completar la formación psicológica del individuo; o, por el contrario, se defiende una legislación en la que los padres poco o nada pueden hacer para formar y educar a sus hijos, dentro de unos principios y valores, alejados del adoctrinamiento de los medios de comunicación o la formación natural del niño. Sin ningún tipo de garantía ni aplicación del concepto democrático de autoridad, una mínima disciplina -por llamarlo de algún modo que no se malinterprete estas palabras-, o con un mínimo de protección del concepto de autoridad.
Así el sistema alimentan al sujeto, marcando y definiendo su personalidad bajo los cánones de su yo como el paradigma de una infancia indefinida y que intenta mantener a lo largo del tiempo. Presentándose un perfil de ciudadano alienado y fácil de manipular. La legislación ya se ha encargado de atar a los progenitores o tutores, el sistema económico en sí se ha verificado la imposibilidad de darle una educación de calidad -recordar: el sistema público de educación lo han dejado fracasar, sin financiación alguna ni visos de mejorar, lo han convertido en el último refugio de las bajas clases sociales y de los marginados, el currículum académico ofrece la falsa satisfacción de tener un algo que no servirá para absolutamente nada y los contenidos que se dan no alcanzan ni siquiera los mínimos de PISA. Esta es la realidad a la que se enfrentan nuestros hijos y la que afrontará nuestro futuro. El pueblo se conformará como la gran máquina de mano de obra que aspirará a realizar -si en un ataque de misericordia algo sobra- y optará a todos aquellos puestos de trabajo que nadie quiere. Y que aún aspirando a ello, no servirá para tener una vida digna.
En un futuro muy cercano será un acto heroico o un gesto de bondad tener un hijo/a donde obsequiaremos al sistema un peón más al que poder manipular u ofreceremos a un esclavo con el que poder alimentar su sistema.
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