Síndrome "dèjá vu"

Deberíamos escapar de esta alineación globalizadora a la información sesgada y ver que los acontecimientos son reales

Estimados lectores, sean bienvenidos y bien hallados a la lectura de este Diario Almería en el día de hoy, 1 de julio, lunes, esperando y deseando hayan podido mantener la calma y sobrevivir, sea en la mar o en la montaña, en la ciudad o fuera de ella, con o sin aire acondicionado, a esta ola de calor, tanto climática como política, que seguimos padeciendo sobre todo a nivel de interés mediático, creando un ámbito difuso, descreído, en el que la razón política se reduce a contrariedades, en muchos casos, ruborizantes. Decía Marx, "la historia se repite dos veces, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa". Podría aplicársele este sentido metafórico en estos momentos a España, no sin cierta malicia, al haberse utilizado en torno al arte de lo político el objetivo de desintegrar toda posible innovación en el presente con una activación del síndrome "dèjá vu". Por momentos paródica, la figura del político actual está atravesando el más trágico patetismo por traicionar su poética política ¿jurasteis decir la belleza, toda la belleza y nada más que la belleza? Al final se convierten estas palabras en puro equilibrismo, hueca literatura entre la sintaxis y la utopía. Se habla de pactos, pero el mejor pacto que se podría hacer es el de la lucidez a la inteligencia, respectar el sentido común, al seguir trascendiendo la historia por un exceso de información en tiempo real, lo que está conllevando una fijación enfermiza por la catástrofe retransmitida como realidad virtual, lo que nos conlleva a la tragedia de la existencia. Deberíamos de escapar de esta alineación globalizadora a la información sesgada y percatarnos que determinados acontecimientos que están ocurriendo en Europa y España son reales y tienen efectos materiales, no siendo percibidos desde nuestra casa o el trabajo como un simulacro en la pérdida de derechos civiles y laborales. La política precisa un giro Copérnico que no se deje arrastrar por la irracionalidad como materia prima en la gestión y gobernanza, ya que de seguir así de fragmentaria nos llevará a derivar en una entrega suicida al caos ante el desorden, ante los fracasos civilizatorios del siglo XXI, que están dando lugar a una desconstrucción desencantada y en unas sutiles dictaduras consistentes en botones dispersos por la piel de las cosas. En fin, la historia sucede y sobre todo nos sucede, y sin respuesta ni compromiso.

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