Sir

No tengo nada en contra de Norman Foster, es más, es de los arquitectos que no son creadores de chorradas

En todas las ocasiones en las que he ido al Museo del Prado más que cuadros, he visto descontrol. Cientos de personas acercándose a todos los cuadros sin que hubiera un vigilante que les dijese nada, como le iba a decir, si había un vigilante cada cuatro o cinco salas. Si caemos en la cuenta de que en El Prado es donde hay más joyas insustituibles de nuestro patrimonio pictórico por metro cuadrado, cabe también pensar si hay algo que se podría mejorar. Por seguridad, nada más. Las mejoras, al parecer, consisten en ampliaciones estrella. Y digo estrella porque la primera fue de Rafael Moneo, el arquitecto. Y la segunda le ha tocado al omnipresente (Sir) Norman Foster. No tengo nada en contra de Norman Foster, es más, es de los arquitectos que no me parecen de esos creadores de chorradas en las que, además, la gente tiene que vivir o trabajar. Su banco de Honk-Kong supuso un antes y un después, la alta tecnología llegó por fin a la arquitectura sin parecer después un montón de chatarra que hay que pintar cada dos por tres. Pero Foster también es una temporada completa de megaestructuras con megaestudios que tiene por Norma(n) meterle chatarra y cristal a todo lo que hace. Me he dado una vuelta por los dibujos del inglés y las realitis-modelizaciones que se ven por ahí para lo del Prado y me suena a Madrid tendrá otro Foster (ya hay una torre). Y me suena a alta tecnología sofisticada pegada a un edificio viejuno. Si eso se hiciese en El Escorial habría tiros en la calles pero por suerte El Escorial no necesita una ampliación. Cabe mencionar que el proyecto no es de Foster&Partners sino de Foster&Partners y un tal Carlos Rubio pero que lo que hace Foster es de Foster y punto. Bienvenidas las ampliaciones si son necesarias pero lo que necesita El Prado es un control en la marabunta que se forma cuando se puede entrar de forma gratuita. Lo que necesita El Prado son más vigilantes, cualquiera puede hacer un eccehomo en un minuto con un Velázquez o un Goya y allí no se entera ni dios, bueno eso si consigue llegar al cuadro a base de apartar guiris. Recuerdo gratamente que en el Thyssen había en cada sala (a veces en salas con cuatro cuadros) un vigilante jurado mirándote fijamente y ojito con acercarte al cuadro. Y nada de tumultos ni follones para entrar. Pero claro, lo privado muy subvencionado y muy privado y lo público, llamamos a Foster para que nos lo amplie.

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