Sociedades de control, al descubierto

En estos días de confinamiento, somos pasto del sistema de control. Estamos encerrados en un habitáculo

En la década de los sesenta se empezó a generar el cambio de modelo social, que vislumbró la crisis de las sociedades disciplinadas y la transformación de lo que Deleuze ya había denominado con anterioridad como las sociedades de control. Así, a través del nuevo sistema de mando social, las barreras físicas se destruían, los centros de confinamiento dejaban de tener la importancia elemental que habían adquirido en su momento y se creaban los individuos estadísticos de la información.

Por medio del control de la comunicación que cada ciudadano iba a emitir, los agentes de poder se beneficiaban de la gestión y del dominio de los individuos gracias a la tecnología. El vigilante seguiría existiendo, como detalló Michel Foucault en su momento, pero esta vez de una forma más sofisticada e impersonal, casi inapreciable. Dotando la facultad de infiltrarse en todos los resquicios de la sociedad (4G), hasta llegar a los espacios más íntimos y privativos de la ciudadanía (5G). El dador generaría de forma gratuita y voluntaria los datos necesarios para su control (Cookies, geolocalización, acceso a las fotografías y videos, documentos, agenda de teléfono, huella dactilar, marca térmica y de iris, etc). Siendo sus datos accesibles y procesables, mediante los nuevos conjuntos de técnicas. Para ello, el sistema iba a servirle al ser humano una serie de medios, herramientas e instrumentos que, como expuso con brillantez el profesor español Justo Navarro en su ensayo "El videojugador", iban a ser empleados en el adoctrinamiento del establecimiento del nuevo orden neocapitalista. La invisibilidad y la imperceptibilidad de los agentes de poder aumentaría el control y la vigilancia de las sociedades.

En estos días de confinamiento, somos pasto del sistema de control. Estamos encerrados en un habitáculo, con una rutina diaria impuesta por necesidad, pero que en la que se torna imperioso no dejarnos arrastrar por toda la información que nos transmiten los mass medias y las redes sociales. Responsabilidad, fiabilidad del medio, rigor y mesura deben regir nuestra elección para informarnos. Quizás, por ello, más que nunca, es importante la necesidad de aferrarse a la no esclavización de las tecnologías. Porque eso es lo que ellos desean, para seguir alimentando el miedo, el aturdimiento y el dolor de los ciudadanos: su control.

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