Solidaridad burguesa

Solidaridad burguesa la española, ni todas víctimas se reconocen ni todos los solidarios ayudan a los demás

Suelo fijarme con frecuencia en las personas que tienen vocación hacia la enseñanza de valores y en aquellos que hacen declaraciones de principios sobre la ayuda a los demás. Y lo hago porque es una cuestión que me interesa del ser humano; una que, por si hay que decirlo todo, he practicado mucho. Más de una vez he tenido en cuenta los argumentos de Rousseau y de Hobbes sobre el hombre, si somos buenos o no por naturaleza. No obstante, a día de hoy, tengo algunas conclusiones: si bien es cierto que existen personas con muy buena fe y actitud de colaboración; también existe un grupo más amplio bañado por la superficialidad en temas de solidaridad: aquí se encuentran los místicos, los buenistas (aquellos que creen religiosamente y que consideran que con cuestionar lo que está mal y manifestar lo que debería estar bien es suficiente), por otro lado están los radicales (los que necesitan creer en la bondad por alguna frustración personal y niegan con vehemencia a cualquiera que les desmonte el cielo ideal al que creen poder llegar). Estos dos forman parte de una subcultura alojada en la cultura de masas, llena de estereotipos y lugares comunes. Hasta podría decirse que asocian solidaridad con populismo, es decir el bien a lo ajeno pasa por la aprobación en los medios y las redes. La existencia de estos grupos se demuestra con facilidad: en este país - ya lo he dicho otras veces- no todos tienen derecho a ser víctima, para ello hay que formar parte de un colectivo popular. Si eso es así, si no todas las víctimas se reconocen, entonces algo va mal: no existe una solidaridad real, sino ideal. Si además legalmente existen compensaciones económicas solo para algunos colectivos la solidaridad no es equilibrada. Entonces, quienes defienden este sistema, porque sí, porque necesitan defenderlo para sentirse mejor con ellos mismos en realidad no son tan solidarios como creen. El verdadero solidario admite como víctima a quién a lo sea de verdad, lejos de populismos y estereotipos; y no aspira a la aprobación social, sino que lo hace de forma anónima: sin decir lo que hace en las redes y sin faltar al respeto a quienes no piensen como ellos. Definitivamente ha llegado un momento en el que los solidarios de las redes me parecen grandes burgueses: critican a los demás, desde la comodidad de sus existencias, sin hacer nada por nadie en la vida real.

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