Sólo con niños

Sólo el 0,52% de los adolescentes migrantes acogidos desde 2015 ha tenido medidas judiciales

Una de las últimas imágenes que nos ha dejado el 2019 ha sido la de la sobresaturación del centro de acogida de menores migrantes no acompañados de Melilla, un centro que, contando con 350 plazas, tiene mas de 800 niños acogidos. Toda una situación crítica en un reto que no podemos obviar y que nos está demandando, como país y como sociedad, unos recursos que estamos obligados a proporcionarle. Y es que, nos guste o no, queramos o no, se trata de un drama humano que impone a todo país que, como el nuestro, diga respetar los Derechos Humanos y a toda sociedad que se considere humana, responsable y madura, el inexcusable deber de proteger a estos niños y de ofrecerles las herramientas vitales necesarias para tener una sana, en todas las acepciones de la palabra, transición a la etapa adulta y ello, como saben los valientes trabajadores de nuestros servicios sociales, con independencia de que algunos de estos niños decidan vivir en la delincuencia, o bordeándola, y de que, por quién corresponda, se adopten medidas frente a tales decisiones; Un drama tremendamente difícil de evitar porque lo que suele haber detrás de estas situaciones antinatura es misería, guerra, discriminaciones que ponen un peligro una vida y desastres climáticos y ocurre que el cambio climático es una realidad y sus duras consecuencias se van a sufrir en todas la regiones, que vivimos en un mundo cada vez más desigual y colérico y en el que la información ya está al alcance de cualquiera y que, ante la desesperación, cualquier esperanza, por mínima que sea, siempre ha sido suficiente; Y un drama que ha de ser afrontando por especialistas y con total tranquilidad, discreción y anonimato pues al hecho de que estamos hablando del colectivo mas vulnerable de cuantos enumeremos, menores solos, se le suma la circunstancia de que la mayoría de estos niños tienen que lidiar con la frustración que les produce darse cuenta que nos les estaba esperando el paraíso que Internet les había mostrado. Por todo esto debemos dejar de escuchar a quienes son capaces de exponer a estos niños a un odio infundado, al rechazo y a la deshumanización solo, y exclusivamente, porque saben que un país con miedo es un escenario tremendamente acogedor para los populismos y atender a lo que cuenten los profesionales que trabajan con menores, que no dirá que sea fácil pero sí que señalarlos como un colectivo criminal es una vil injusticia. Así, por ejemplo, Save the Children nos dice que en Andalucía sólo el 0,52% de los adolescentes migrantes acogidos por el sistema de protección desde 2015 ha tenido medidas judiciales de internamiento por la comisión de algún delito. Y por todo esto debemos llamar a este colectivo por su nombre: Niños y adolescentes desamparados; Que inmenso poder tiene el lenguaje y que conscientes de ello son algunos.

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