Me voy a permitir la licencia de citar un párrafo de mi cosecha escrito en esta misma columna en fecha reciente con motivo de la elección de Pablo Casado a presidente del Partido Popular. Decía así: "Les faltó tiempo a los perdedores para constituir una alianza contra Soraya, una dirigente a la que no se le atribuye contacto alguno con los casos de corrupción, la verdadera lacra del PP, que han dado lugar a la moción de censura y a la salida del Gobierno de Mariano Rajoy. Una dirigente cuyo nombre no aparece, ni de rebote, en los casos de corrupción que han proliferado en el PP, que nunca ha dado la cara por los corruptos ni en persona ni en diferido, no parece que sea la más idónea para presidirlo, según estiman sus adversarios". Los perdedores, en este caso eran los que compitieron con Soraya Sáez de Santamaría en unas elecciones primarias indirectas. Hago esta referencia que podría quedar en el ámbito de las opiniones personales, a raíz de un artículo en el que el periodista Manuel Jabois describe una conversación que ratifica mis presunciones. El autor es el exminitro José Manuel Soria que fue invitado por un miembro de la seguridad del congreso del PP a que se apartara de una zona en donde estaba entorpeciendo el paso al recinto. Ahora cito textualmente lo descrito por Jabois en su artículo. "Soria hizo caso omiso, se dirigió a su acompañante y le dijo: "¿Sabes por qué no voy a salir de aquí? Porque quiero ver la cara de hundida de Soraya y que ella me vea a mí". Un compromisario volvió a ver después a Soria celebrando, en la cafetería del Hotel Auditorium, la derrota de Soraya Sáenz de Santamaría. "Me llamó a su despacho", recordaba allí, "y me recibió con los papeles de Panamá encima de la mesa". No tiene nada de extraño que, de la misma manera, Soraya llamara al orden a otros dirigentes del PP de conducta sospechosa con lo cual, en lugar de ganar méritos como debería de haber sido lo propio, se incrementaba el bando de sus enemigos. Pienso por tanto que de lo que se trataba era de acabar con Soraya de la manera que fuera y cualquiera que hubiera sido su competidor habría salido vencedor. Aprovechó la coyuntura Pablo Casado pero su triunfo obedece más a la animadversión que despertaba Soraya en "compañeros" como García Margallo (que no disimulaba), Cospedal, Soria y otros miembros del aparato con derecho a voto en la segunda vuelta, que al entusiasmo por elevar a la presidencia a un rival inopinado.

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