Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Y Soraya...

El único valiente que pudo con Villarejo es Félix Sanz, jefe del CNI, aliado de la Soraya que era enemiga de Cospedal

La pugna que María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría mantenían entre Génova y Moncloa no es ajena al derrumbre de Mariano Rajoy, porque el presidente se derrumbó, cayó sin lucha, lo echó Pedro Sánchez con su moción de censura, pero sus tirios y troyanos le cegaron todas las vías de escape. Hasta última hora se estuvo esperando a que Rajoy acudiese a Zarzuela a presentar su dimisión ante el Rey, pero la posible sucesora, que era Soraya, no tenía el apoyo de su partido. No era una batalla interna más, era una guerra balcánica entre facciones, sin hacer prisioneros y hasta con una mafia albanesa dedicada a poner micrófonos en las braguetas.

Soraya Sáenz de Santamaría era la responsable directa del CNI, cuyo jefe, Félix Sanz, ha sido el único valiente capaz de desmontar al comisario Villarejo, que no es el exponente de las cañerías del Estado, sino el jefe de una mafia policial que ha sobrevivido a ministros del PSOE y del PP. Las malas lenguas de los populares acusaban a Soraya, sotto voce, de manejar información contra Pablo Casado proviniente del CNI, pero Cospedal había recurrido al comisario Villarejo para defender al PP con un buen ataque contra dirigentes socialistas.

El marido de la socia le llevó al comisario a Génova y le habló de que el jefe -es decir, Rajoy- estaba al tanto. Farol sobre farol, entre mentirosos no hay verdades, Rajoy no habría encargado ni autorizado nunca una investigación de Javier Arenas ni de Alfredo Pérez Rubalcaba. Arenas porque es su amigo y Rubalcaba, porque fue el opositor leal que le ayudó en la abdicación del rey Juan Carlos.

Ese ha sido el motivo de la dimisión postrera de Cospedal: Rajoy no le ha aguantado la mentira de su marido. Ella pretendía quedarse hasta 2019 en el Congreso, pero nadie desea hablar con ella en esa bancada.

A Rajoy le sepultó Pedro Sánchez, pero le enterraron los suyos, los que le dieron cobijo en un restaurante cercano al Retiro mientras se discutía su moción en el Congreso aquella tarde aciaga. Soraya le guardaba el sillón azul y María Dolores le retenía como una feliz plañidera. Sostienen en el PP que aquello estaba todo perdido porque, incluso con su dimisión, la moción hubiera seguido adelante. Nadie lo sabe, habría desembocado en una crisis constitucional no prevista, pero es posible que Pedro Sánchez hubiese sido batido por la dimisión salvadora del presidente del Gobierno.

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