Subiendo la intensidad

Y también ocurre que ya se sabe que las vacunas no impiden que el vacunado contagie

Apesar del fantástico porcentaje de vacunación que tenemos en este país, esta semana hemos visto a presentadores, tertulianos, científicos y, lo que es absolutamente inaceptable, cargos electos (pues recordemos que un representante político debe respetar a todo su electorado, sean o no de su agrado) cargar contra los españoles no vacunados con una intensidad significativamente superior a la de las semanas anteriores; tal es así que uno de ellos, Risto Mejide, ha anunciado que sido denunciado por un presunto delito de odio. Y porqué condeno tal actitud de manera radical, pues por contraste, coherencia, Derecho y para proteger lo más valioso que existe cuando se vive en sociedad, la buena convivencia.

Y es que, por ejemplo, hace unos meses y sin vacunas aún en circulación, se permitió que personas infectadas de Covid-19 fueron a votar para no atentar contra su derecho fundamental a participar en los asuntos públicos y que, ya con las vacunas, se decidió que, como norma general, las personas infectadas de Covid-19 no guarden cuarentena si están vacunadas. Pero hoy hay quien clama porque personas no infectadas, cientos de miles de ellas con anticuerpos naturales frente a la Covid-19, vean limitados muchos de sus otros derechos fundamentales, como el de moverse libremente por este país, el de no ser discriminado por causa alguna, el de decidir sobre su propio cuerpo, el de proteger su intimidad, el de recibir atención médica o el de no recibir un trato degradante, porque, por la razón que sea, no quieren hacer uso de un medicamento que, como todo medicamento, sirve a quien lo recibe.

Y ocurre que hay un grupo concreto de la población, los menores de 12 años, que no está vacunado y para el que no se ha establecido aún la seguridad y eficacia de la vacuna de Pfizer (Guía Técnica de 10-11-21 del Consejo Interterritorial), por lo que, siendo consecuentes, las medidas de limitación de movilidad de los no vacunados tendrían que implicar a este grupo con los perjuicios familiares, educativos y de desarrollo que, ya sabemos, supuso encerrar a niños sanos en casa. Y también ocurre que ya se sabe que las vacunas no impiden que el vacunado contagie (algunos estudios, incluso, han concluido que la capacidad de contagio es la misma (artículo de 7-8-21 sobre variante Delta, Redacción Médica)), de manera que las medidas de prevención frente a los contagios deben alcanzar a toda la población para ser efectivas. Y, muy por encima de todo lo demás, está el hecho de que fomentar, o permitir que se fomente, el odio o el rechazo hacia un grupo supone una muy peligrosa deslealtad tanto con uno mismo como con la sociedad en la que se vive, pues no esperemos ni que, sin levantarnos contra toda discriminación, la discriminación no acabe alcanzándonos, ni que una sociedad que discrimina sea una sociedad en paz.

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