Subir y bajar

El que hacía de toro, hoy hace de caballero en la plaza. La fortuna dirige la fiesta y distribuye los papeles

El título de este artículo es el del grabado número cincuenta y seis de la serie de los Caprichos de Goya, que representa a un personaje pseudouniformado con la cabeza humeante, inflamada de gases, joven y sonriente, en proceso de ascensión, aupado por un enorme sátiro, quizá Pan como personificación de la lujuria y la ambición, que desde el globo terráqueo agita sus enormes patas de macho cabrío como una tijera, quizá para otorgar más impulso elevador al protagonista. Al tiempo, otros dos personajes se precipitan desde arriba y acabarán despachurrándose contra la tierra. La imagen, que es una alegoría del poder cambiante, de los vaivenes de la fortuna con los hombres poderosos, no puede tener más vigencia en estos momentos de nuestro país (suele pasar siempre a casi todas las imágenes satíricas y moralizantes del genio aragonés). En uno de los manuscritos más antiguos conservados que explican su significado, en concreto el de la Biblioteca Nacional, puede leerse que "El Príncipe de la Paz es levantado por la lujuria, con la cabeza llena de humo vibra rayos contra los buenos ministros. Caen estos y rueda la bola, que es la historia de los favoritos". El Príncipe de la Paz, ya se sabe, no es otro que Manuel Godoy, el favorito del rey Carlos IV, o más exactamente de su esposa la reina María Luisa. Guapo y fornido, ascendió meteóricamente en muy poco tiempo -según las malas lenguas- por ser el semental que montaba a la reina. En un país como el nuestro, alguien con verdadera ambición de poder, antes y ahora, lleva mucho camino andado si goza de una buena presencia. Un primer ministro bien parecido juega con ventaja, pues en esto del poder, ante la estulticia general, vale más parecer que ser. Pero no se engañe quien tan rápido asciende. De igual forma se precipitará en cuanto la diosa Fortuna le retire su favor. Quien pronto sube tendrá que lidiar con los suyos y con los de enfrente, y prepararse para una súbita caída en cualquier momento. Siguiendo con los Caprichos, el número setenta y siete, titulado "Unos a otros", que representa a unos caballeros del antiguo régimen en suerte de varas, picando a otro agachado con un petate que hace las veces de res, parece una advertencia para el que ha conquistado el poder: "Así va el mundo, unos a otros se burlan y torean. El que hacía de toro, hoy hace de caballero en la plaza. La fortuna dirige la fiesta y distribuye los papeles, según la inconstancia de sus caprichos".

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