República de las Letras

Suma y sigue

Consumimos lo que la industria del norte europeo fabrica para satisfacer las necesidades que también ellos nos han fabricado

Año nuevo, vida nueva. ¿O mejor cambiar alguna cosa para que nada cambie? Para algunos será Virgencita, que me quede como estoy. Y para otros, propósitos de enmienda de errores, desmesuras y exageraciones. Al final de 2017, la vida, como decía aquella canción, seguirá igual. La crisis será la misma. Porque esta crisis ha venido para quedarse. Los países PIGS (cerdos, marranos de engorde que proveen de materias primas, mano de obra y cerebros a las grandes potencias) nos adherimos a la Unión Europea para ser mercados de Alemania, es decir, consumidores de sus productos industriales. Y no es cierto que consumimos poco porque es deficitario el empleo; por el contrario, consumimos todo lo que la industria del norte europeo fabrica para satisfacer las necesidades que también ellos nos han fabricado.

Nadie ya, tras ocho años de crisis, y los que nos quedan para pagar la deuda contraída con Europa durante los años locos del ladrillo sin fin y sin control, debe esperar la vuelta de aquella época, porque no volverá. 2017 no es año electoral -¿no?-, pero va a continuar siendo escenario de la lucha por el poder de los dos conceptos políticos antagónicos ahora mismo representados en el Parlamento: el tripartito (PP+C's+PSOE) y Podemos+sus afines. El régimen de 1978 se va a defender de los embates de la denominada nueva política. Los beneficiados por el orden establecido en la Constitución sentirán removerse sus poltronas a los impulsos de la participación en las altas instituciones de los perjudicados de una u otra forma por el sistema. Una parcela crucial de este hecho sociológico e histórico será el referéndum independentista de Cataluña, posiblemente en septiembre. Mientras, el poder adquisitivo de las pensiones se reducirá, la educación y la sanidad públicas se deteriorarán un poco más, la dependencia seguirá bajo mínimos y las empresas permanecerán instaladas en el crecimiento sin fin como principal indicador económico satisfactorio para sus intereses.

La razón de Estado seguirá vigente, mientras la razón social continuará devaluada. El enriquecimiento personal será la meta suprema, mientras el bienestar de la mayoría social se reducirá a concepto secundario y decadente. Y todo bajo la égida de los mercados, esa oligarquía financiera que desde la sombra de sus ordenadores nos gobierna únicamente para su insaciable beneficio. Suma y sigue. ¿Feliz Año Nuevo?

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