Superioridad moral y supremacismo

Si reconocemos que nacimos miembros de la misma manada, nunca seremos ni se nos podrá llamar supremacistas

Supongamos tres sistemas penales distintos. En el primero, a los declarados culpables de un crimen se les condena a la pena capital. En el segundo, se les condena a cadena perpetua. En el tercero, se les condena a una prisión permanente revisable, con el objetivo de reinsertarlos a una vida plenamente socializada después de cumplir la pena. ¿Tú no ves tres niveles claramente diferenciados por el nivel ético de cada una de las respectivas sociedades que disponen de los respectivos sistemas penales?

Supongamos tres países en los que en uno de ellos no se ha firmado la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948; un segundo en el que, aunque se ha firmado tal declaración, no se respetan sus contenidos; y un tercero, donde se han firmado y se respetan, aun con la incomprensión de buena parte de su ciudadanía y la de sus aliados internacionales. ¿Acaso no están viviendo estas sociedades en tres niveles muy distintos de moralidad?

Supongamos tres familias que viven en una misma ciudad; incluso en el mismo barrio. Una de ellas no comparte nada de lo que tiene, porque para eso "se lo ha ganado". Las otras dos sí que lo hacen. Pero mientras que una de ellas no lo hace público, la otra aprovecha cualquier ocasión para hacerlo explícito. ¿Tampoco aquí vemos tres niveles de comportamiento moral?

No valdrá en este debate que nos podamos "perder por el camino" con un "tú estás hablando de ética, y no de moral". Eso es hacernos trampas al solitario. En estos casos, entrar en el purismo del debate es, sencillamente, evitar el debate. Es evidente la superioridad moral de una sociedad que aspira a la reinserción de sus ciudadanos una vez haya pagado su pena. Como lo es la superioridad moral de una sociedad que trabaja por los derechos humanos universales, y no locales, pese a la ingratitud de parte de su ciudadanía y el chantaje de otros aliados geoestratégicos. Como también lo es la superioridad moral de aquellas familias y personas que son anónimamente solidarias, dando lo que tienen. Pero, y del mismo modo, son supremacistas cualesquiera de esas tres instancias si, en su tarea solidaria no reconocen la dignidad de cualquier otra persona, colectivo o sociedad, con independencia del nivel moral en el que puedan encontrarse. La dignidad humana nos es dada por el mero hecho de ser humanos. Porque nacimos en la misma manada. Si reconocemos esto, no seremos supremacistas.

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