La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Susana desnortada

Pugnando por su investidura, Susana Díaz elude o demora el debate en el PSOE sobre su responsabilidad en la derrota

Susana Díaz no desiste de su propósito de someterse a la investidura como presidenta de la Junta. La presidenta del Parlamento, Marta Bosquet, la hará desistir. Por una sencilla razón: porque en sus reuniones de esta semana con los portavoces de los cinco grupos parlamentarios el PP le informará de que cuenta con 47 votos para la candidatura de Juan M. Moreno y Cs se lo confirmará, mientras que el PSOE esgrimirá sus 33 diputados y la esperanza de que se le sumen los 17 de Adelante Andalucía, que Adelante Andalucía desinflará - la esperanza- a continuación. Lo que le anuncie Vox, sea lo que sea, no cambiará este hecho: en justicia democrática, Marta Bosquet tiene que proponer al pleno del Parlamento el debate de investidura de Juanma Moreno en primer lugar. Sólo si éste fracasa llegaría el turno de Susana.

La insistencia de la presidenta en funciones ha sido verbalizada de nuevo por su subordinada y amiga Verónica Pérez, secretaria general del PSOE de Sevilla y famosa en el mundo entero por su autoproclamación como -efímera- autoridad única del PSOE en la última contienda fratricida. "No hay nadie con más legitimidad para presentarse a la investidura que Susana Díaz", dijo el jueves, porque es la que sacó más votos. Talmente como Javier Arenas en 2012 (obtuvo 50 escaños, diecisiete más que Susana seis años después), que no pudo defender su investidura porque el pacto de PSOE e IU sumaba más y el encargo de presentar su candidatura fue para José Antonio Griñán, que la ganó. Y es que en nuestro sistema parlamentario no gobierna quien más votos populares consigue, sino quien reúne más votos de parlamentarios a su favor. Eso valía en 2012, cuando beneficiaba al PSOE, y vale en 2019, cuando va a beneficiar al PP.

El caso es que la pertinacia de Susana en postularse -incluso elude que no es ella la que se hace candidata a la investidura a voluntad, sino la presidencia del Parlamento la que lo decide- persigue dos propósitos de poca monta. Uno, visibilizar con la mayor rotundidad posible que si ella es derrotada es por culpa de la ultraderecha y que si el PP y Cs gobiernan es gracias a la ultraderecha. Dos, al mantener viva la frágil posibilidad de que el PSOE no pierda el poder, aunque sea provocando nuevas elecciones, evita que un PSOE alarmado debata sobre su responsabilidad (la de Susana) en el desastre electoral pasado y en el que se avecina. Y sobre qué hacer con ella...

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