Opinión

Marcos Escánez

TSUKEMONO

Las cosas son como son, por mucho que esas zonas de fondo y arraigadamente nuestras pretendan que sean distintas

Elecciones El tsukemono es un encurtido japonés que consiste en col (repollo o berza) cortada muy fina y macerada en soja y vinagre. Se deja reposar unos días y se usa como guarnición para acompañar el arroz hervido con verduras que se sirve como desayuno durante los retiros zen.

Cortar la col que se iba a preparar como tsukemono fue el Samu o trabajo consciente que durante hora y media diaria estuve realizando en el Retiro Intensivo de Meditación de Monitores de Atención Plena al que asistí hace unos meses.

Tras las primeras resistencias a estar llevando a cabo esta labor de forma consciente, empecé a disfrutarlo. Me di cuenta que las primeras hojas de la col son verdes y están blandas, y que cortarlas muy finas no resulta complicado. Es más, es una actividad placentera y monótona. También me di cuenta de que conforme vas llegando al corazón de la berza la cosa se complica. Lo verde se torna blanco, y lo blando duro. Y el corte debe ser igual de fino y debe hacerse como se venía haciendo con todo el vegetal, con el mismo cuchillo, las mismas manos y los mismos ojos.

Y mientras me enfoco en cada corte de la col, sobre la base del noble silencio durante el Samu diario, me doy cuenta de que un repollo tiene capas, que cortar y quitar las primeras resulta agradable, y que cuando llegas a las últimas, al centro o al corazón del vegetal, cuesta mucho más trabajo. Me doy cuenta que el tronco, el centro o corazón de la berza es lo viejo, lo que tiene más edad o tiempo, lo que se formó en primer lugar durante sus primeros momentos de vida. Me doy cuenta que las hojas verdes son lo nuevo, lo menos viejo, lo que tiene menos edad y se ha creado por la berza en los últimos tiempos. Y puedo observar también que el tronco, el centro o corazón, eso que me cuesta mucho más cortar en finas capas, es el que mantiene las hojas unidas y la estructura del vegetal rígida y sólida.

Y concluyo que somos como una berza. Que nuestra estructura corporal y mental está formada por capas nuevas y jóvenes, blandas y flexibles, de las que cuesta poco desprenderse cuando así nos lo proponemos, y también está formada por capas viejas, duras y rígidas, de las que resulta muy complicado desasirse. Y son precisamente esas capas duras las que nos dicen cómo deben ser las cosas. Y las cosas son como son, por mucho que esas zonas tan de fondo y tan arraigadamente nuestras pretendan que sean distintas.

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