Templos

s. Pero dentro no se escucha nada. Dentro, en el interior, tras los gruesos muros de piedra

Cambian las normas y el frío, de pronto viene una ola de frío polar con lluvia y ventisca que azota los árboles. Pero dentro no se escucha nada. Dentro, en el interior, tras los gruesos muros de piedra. Esas piedras llevan ahí cientos de años y no les afecta nada. Los científicos dirán que si les afecta el exterior, la contaminación, el efecto invernadero, la atmósfera, el cambio climático, el aire. Incluso las pintadas pero eso es por fuera porque ninguna de esas cosas atraviesa los muros y llega al interior. Tan solo entran las personas, empujando una puerta envejecida que es la misma de siempre. Afuera los empresarios edifican nuevos edificios sobre las ruinas de viejos restos de polvo y cenizas de edificios que cambian, se derrumban, se demuelen, se tiran y vienen camiones a llevárselo todo para hacer un nuevo edificio que tiene que cumplir nuevas normas, paredes, materiales, puertas y ventanas todas nuevas. Un pequeño caos donde la memoria de lo que había sólo queda en una vieja fotografía que los rescatadores de viejas reliquias exhiben como un trofeo. Dentro las personas son las mismas y son diferentes. Al atravesar la puerta cambian y son personas silenciosas. Cambian porque si no no hubiesen entrado salvo si fuesen curiosos, turistas, los que vienen sólo a mirar, no a cambiar. Pero en este interior no entran los turistas o curiosos. Sólo entran las personas que atraviesan la puerta y cambian y que al salir vuelven a ser las mismas ya que vuelven al exterior, el cambio climático, el cambio político, los problemas cotidianos, el resto de personas que nunca entran al interior convencidas de que dentro ya no hay nada. Entran en otros interiores para las bodas y para los funerales pero todos traen de fuera su atmósfera contaminada y llenan el interior de exterior con las puertas bien abiertas. Pero en mi interior no hay bodas ni funerales, sólo silencio. Las personas entran todos los días y como están de espaldas a ti no puedes ver su cara y todos somos anónimos, no como los interiores de fiesta o sepelio. Por las calles siguen infalibles las hojas de cálculo andante todos los días. Calculan numéricamente cada gesto contable sabiendo que es una regla muy simple: el interés, el descuento, el ingreso y el gasto. Los muros me dicen que todo va a cambiar a mejor o a peor pero ellos siempre van a estar allí sin cambios, inmutables y eternos como lo verdadero.

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